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Había pasado una semana y aún no encontraba el patrón que Elsa usaba para evadirla. Así que, si quería respuesta, utilizaría medidas drásticas, pero útiles. 

El reloj marcaba las 11:50 de la noche cuándo se coló en la habitación de su hermana. Tuvo que robarle a su madre el manojo de llaves que contenía el duplicado de cada puerta, ya que Elsa siempre le colocaba el seguro a la suya.

La encontró plácidamente durmiendo. Su belleza resaltaba aún más con el reflejo de la luna. Sus largos y sedosos cabellos se veían como hebras plateadas que parecían casi brillar. Tan perfecta que Anna no pudo evitar acariciarla con el dorso de sus dedos.

–Elsa. -susurró completamente hipnotizada por la belleza angelical de la mujer que tenía delante. Por esos rosados labios que no pudo evitar besar.

Pero para su desdicha, el beso solo duró unos segundos. Los mismos que le tomó a Elsa despertar, comprender lo que estaba pasando y  actuar.

–Anna, ¿Qué estás haciendo?

–¿Que no era más que obvio? -preguntó molesta mientras se levantaba del suelo, a dónde Elsa la había mandado a parar.

–¿Te has vuelto loca? ¡Santo Dios! ¡No vuelvas a hacer eso!

–¿Enserio? ¿Te escandalizas por un simple beso, cuando tú me has hecho el amor en las escaleras, en mi habitación, e incluso lo has intentado en la cocina?

–Yo no…

–¡No!. No te atreves a negarlo. Que los morados que me has dejado, apenas y se han desvanecido.

–¿A eso has venido? ¿A buscar mi confesión? -indago Elsa mientras salía de la cama. –¿Vas a denunciarme? ¿Por eso me has besado? ¿Para obtener pruebas?

–Primero: si te he besado, es porque se me ha apetecido. Segundo: ¿De verdad me crees capaz de denunciarte? -preguntó Anna sutilmente casi con ternura.

–Estarías en tu derecho -contestó Elsa quedamente. Abrazándose a sí misma mientras desviaba la mirada. –Te he hecho algo horrible, algo innombrable. Abuse de ti, Anna -confirmó al borde de las lágrimas. –Y lo peor de todo, es que podría volver a hacerlo en cualquier momento.

–¿Incluso ahora?

La rubia miró a Anna completamente anonadada –¿Que?

–Si te lo pido, ¿Lo harías?

Se había preparado para todos los escenarios posibles cuando su hermana la confrontara, pero jamás para algo como esto. ¿Acaso estaba soñando? –Ana, ¿Qué estás…?

–Responde.

–...

–Porque yo estaría encantada de que dijeras que sí. Elsa… te deseo. Te he deseado incluso desde antes de aquella noche. Aún estando consciente de que somos hermanas y que esto es una abominación para el mundo.

–pero…yo te force…

–Jamás lo hiciste. Solo dejé que me hicieras tuya a tu voluntad. Con la brusquedad que quisieras con tal de que no te detuvieras. Con tal de que me hicieras tu mujer… porque eso es lo que siempre he querido ser de ti: Tu mujer.

–Anna…

–Yo te amo. ¿Tú me amas?

–Lo hago.

–Entonces, no hay más que decir.

–Ojalá fuera así de simple.

–Lo es, si tú y yo lo hacemos simple -afirmó la pelirroja antes besar la dulce boca de su hermana.



Quimera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora