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Desde que recordaba, siempre había llevado las riendas de su vida a voluntad.

Nunca cediendo. Ni dejándose usar.

Pero cuando se trataba de Elsa, no le importaba estar de rodillas, con el rostro hundido en medio de sus piernas, con una mano sujetando firmemente su cabello impidiéndole alejarse. Sobreviviendo con el poco aire que podía aspirar entre lamidas y los movimientos de cadera de la rubia.

Ya casi… -gimió Elsa, con la respiración entrecortada, apretando aún más los cabellos cobrizos –Anna…

Su nombre fue lo último que escuchó antes de sentir en su lengua ese dulce sabor que inundó toda su boca, mientras sentia su propio sexo humedecerse aun mas, e incluso, latir tan desesperado como su corazon.

¡Dios! ¡Necesitaba sentir a Elsa dentro de ella!... ¡Urgentemente!

Y como si la rubia hubiera leído sus pensamientos, tiró de ella para levantarla y ponerla de cara contra la fría superficie que formaba los cubículos del baño. Metió sus manos debajo de la falda plisada y arrancó bruscamente sus delicadas bragas. Acaricio posesivamente sus muslos, los glúteos. Se tomó unos segundos para acariciar con la punta del dedo medio su abultado clítoris y finalmente, introdujo dos dedos sin delicadeza, tan firme y profundamente que Anna no pudo evitar gemir sonoramente en cada estocada.

–Eso es… -susurró la rubia al oído. –Gime solo para mi.

Y lo hizo. Le daba igual escuchar las risillas de algunas chicas, el ánimo de otras o comentarios sobre moral del resto. Le daba igual si sus nuevos amigos se ofendian por su ausencia en su primera salida nocturna. Le daba igual estar siendo tomada salvajemente en el baño de una discoteca.

Lo único que le importaba era el placer que sentía. Las firmes embestidas, la brusquedad de una Elsa intoxicada por el alcohol y de nueva cuenta: por los celos.

–¿Ahora lo sientes? Lo bien que puedo satisfacerte. Ningún imbécil te lo hará como yo, Anna. Nadie te follará como yo.

–Lo sé, Elsa -gadeo - Por eso… solo te necesito a ti.

–No pensaste eso cuando le coqueteabas al Barman.

–So-solo… estaba siendo amable.

–Lo dudo -afirmó, incrementando la fuerza y la rapidez con la que sus dedos entraban y salían. –Pero voy a dejarte en claro a quien le perteneces, hermanita...

Le encantaba ver y sentir a Elsa en ese estado desenfrenado, pero tampoco se podía permitir embriagarla cada que deseaba sacar ese lado animal que tanto la ponía deseosa. Solo le quedaba disfrutar de estos furtivos momentos.

Momentos que la enloquecian a tal grado de importarle un carajo todo lo demás.

°°°°

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Quimera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora