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Cuando Anna abrió los ojos y vio a Elsa entre sus brazos, sintió una cálida y enorme felicidad. Esa noche había sido la más intensa de su vida. Había hecho el amor con la mujer que amaba, habían tenido una profunda y larga plática sobre sus recíprocos sentimientos y habían dejado en claro la naturaleza de su relación.

Nada podía arruinar ese momento…

–Elsa -llamó Iduna desde el otro lado de la puerta. –Cielo…

La rubia abrió de pronto los ojos al percatarse del golpeteo insistente sobre la puerta. Miró aterrada hacia la puerta, luego a Anna, y apretó las sábanas contra su pecho al recordarse desnuda.

–Cielo, ¿Estás ahí?

–¡Está en la ducha! - contestó la pelirroja al percatarse del shock en el que Elsa había entrado.

–¿Anna, eres tú?

–Sí madre.

–Ahora entiendo porque se ha quedado dormida tu hermana. ¿Cuántas veces debo repetirte que no debes hacer que Elsa se desvele? ¡Que está en periodo de examen, por el amor de Dios!

–Lo siento.

–Solo haz que se apure. El desayuno está listo -informó antes de marcharse.

–¿Se habrá dado cuenta? -indagó Elsa en su susurro, regresando de nuevo a la realidad. –Anna, si nuestra madre se ha dado cuenta, nosotras…

–¡Ey! Debes tranquilizarte. ¿Cómo podría sospechar? No es como si yo fuera un chico al que has metido al cuarto en medio de la noche. Soy tu hermana. Con la cual has compartido habitación infinidades de veces.

Elsa suspiró con pesadez antes de llevar ambas manos a su cara. –Esto es tan… ¡carajo!

–¿Te estás arrepintiendo?

–¿Qué? ¡Por supuesto que no! -afirmó rápidamente destapándose el rostro. Anna se había sentado en el borde de la cama, dándole la espalda.

–Aún estás a tiempo. Aún podemos olvidar todo lo que hablamos anoche.

–¿Me estas dejando? ¿Solo porque me he asustado?

–Estabas aterrada, Elsa.

–Pero no por lo que piensen de nosotras o nuestra relación. Más bien, por la angustia que me provoca la sola idea de que, al enterarse, nos separen. Ese sería el peor de los castigos. No podría vivir sin ti. No ahora. Así que, por favor, no hagas esto aún más difícil. Yo quiero vivir esto contigo, pero también entiende que estamos en una situación bastante tediosa.

–Lo sé y lo siento. He actuado con precipitación, pero tenía miedo de que esto fuera demasiado para ti.

–Y aún lo es. Y lo seguirá siendo por no se cuanto tiempo, pero te prometo que aprenderé a sobrellevarlo. Solo quiero saber si me tendrás paciencia.

–No es como que yo sea una experta, pero sí que sé manejar las mentiras mejor que tú. Sin embargo, no siempre podré mantenerme impasible ante estás situaciones. Así que, aprenderemos juntas. Porque ahora somos un equipo, una pareja, y como tal, buscaremos la forma de hacer que esto funcioné.

–Y así será.

Sellaron su promesa con un tierno beso. Evitando que ese contacto tomara otra dirección.

Ya tendrían tiempo de sobra para amarse, Justo ahora debían retomar el papel de hermanas, ese que para sus padres y el mundo, era el que les correspondía.

Aunque para ellas… ya no existía.


Quimera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora