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Esto tiene que ser una maldita pesadilla. Jack me miraba confundido y me soltó para acercarse a Noah.

— ¿Cómo que tuya?, ¿De que diablos estás hablando? —preguntó Jack mientras mis ojos se llenaron de lágrimas.

— Noah, por favor no hagas esto —le susurré para romper en llanto.

Noah soltó una carcajada para ponerse serio al instante.

— Querido pendejo, te dije que las mujeres son como una lotería pero solo tomaste la referencia de ganarte el premio sin saber donde había estado antes, ¿Verdad mi amor? —me preguntó y miró a Jack—. No hay comparación entre tú y yo, Jack. No nos conocimos por arte de magia.

— Noah, basta —le susurré llorando.

— ¿Acaso no te habías detenido a pensar en porque Alice siempre te ponía excusa cuando la querías ver?—le preguntó Noah con una sonrisa.

— Siempre ponías de excusa a Fernanda —me susurró Jack.

— Déjame decirte que todas las veces que ella te rechazaba, o cuando estaba contigo y alguien la llamaba, para salir corriendo...era para tener sexo conmigo—dijo Noah para que todos los invitados abrieran la boca y Jack cerró sus puños con ira.

— Dime que no es cierto...—me habló entre dientes y mis lágrimas no cesaban.

— Puedo explicarlo...—dije tratando de acercarme pero Noah siguió hablando.

— No has podido enamorarla porque es mía —dijo Noah acercándose a Jack—. Pregúntale, pregúntale quien le eriza la piel, quien le enseñó todo lo que hace en la cama contigo, como se mueve, como ella...

El puño de Jack mandó al suelo a Noah, para salir rápidamente hacia la casa.

Salí detrás de Jack pero Noah me tomó del antebrazo para limpiar la sangre de su inferior.

— ¡Suéltame! Eres un maldito —le susurré y me tomó de la cintura fuertemente.

— Tarde o temprano, tenía que saberlo mi amor —quiso besarme pero lo empujé—. ¡Te dije que no te ibas a casar con él mientras esté vivo!

— ¡Vete al diablo Noah!—le grité furiosa.

Entre a la casa rápidamente para subir las escaleras y entrar a la habitación donde Jack estaba quitándose el saco.

— Jack, puedo explicarlo yo...—me interrumpió.

— No quiero que me expliques como te acostabas con Noah estando conmigo —dijo quitándose la camisa con rabia.

— ¡Solo fue al principio de nuestra relación! Después de aquella cena no me acosté con el —le dije y él negó con la cabeza.

— Te deje entrar en mi vida, en mi casa, le contaba a todo el mundo sobre ti y lo maravillosa que eras conmigo, te conseguí contactos para que siguieras tu sueños, quise vivir contigo, casarme tener hijos y dos perros pero...—sus ojos aguaron rompiendo mi corazón—. Pero solamente me utilizaste mientras seguías viéndote él.

— ¡Quise decírtelo pero no me dejaste!—le grité explotando todo lo que tenía adentro—. Desde aquella cena, supe lo que sentía por ti y me alejé de Noah porque pude entender que el está obsesionado conmigo y no me quería como yo lo quise.

— Dejaste que ese hijo de perra entrara en mi casa y se sentara en mi mesa pero espera....—buscó algo en el closet. Una maleta y la tiro encima de la cama—. Vete de mi casa, Alice.

— Te juro que después de esa cena, solo has sido tú y te amo Jack....

— ¡Una persona que te ama no te hace daño! Maldita sea Alice —me gritó y señaló la maleta—. Vete de mi casa.

— Jack...—alguien interrumpió.

— Alice...—era Fernanda —. Ya lo escuchaste y no tiene sentido explicarle si no quiere. Vámonos a casa.

— Es lo mejor qué haces, llevártela porque sabías todo, ¿no? —preguntó sirviéndose un trago.

— Te diré algo Wilson...—Fernanda se acercó a él—. Noah la enamoró de la misma forma en la cual la hizo sufrir y cuando te conoció no estaba segura de dejar a Noah porque vivía chantajeandola y tú le curaste esas heridas que tenía.

— Fernanda...—me interrumpió.

— Soy su mejor amiga y sabia de la situación, estaba de tu lado porque gracias a mis consejos, ella pudo darse cuenta del buen hombre que eres pero ahora que la echas de tu casa y de tu vida por no escucharla, espero que algún día te des cuenta de todo lo qué pasó para estar contigo —dijo y echó unas cuantas ropas en mi maleta para cerrarla.

Me quedé parada mirándolo mientras mis lágrimas rodaban por mis mejillas.

— Adiós, Jack.

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