Capítulo 20.

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No sabía que hacer, toda mi vida pensé que mis padres no me quisieron y por eso me dejaron en ese lugar, pero resulta que una señora que creo que es mi abuela le pago a una monja para dejarme ahí diciendo que mi madre no podía tenerme, pero lo raro es que no ha rastro de que mi madre estuviera ese día para confirmarlo, en los documentos solo esta el nombre de la señora y su dirección, Isla Sofia Pérez Riva ese es el nombre de la mujer que me dejo en ese lugar un esta con vida, tiene 87 años y esta en argentina en un lugar para ancianos. Cassian me mira atento y yo solo puedo mirar el nombre de esa mujer, Isla, necesito conocerla y preguntarle sobre mi madre ¿estará viva? ¿me habrá buscado? ¿Cómo se llamará? ¿Me pareceré a ella?

Suspiro y acepto el vaso de agua que me pasa Cass.

—¿Estas bien? ¿necesitas espacio?

Niego, no quiero estar sola.

—No, Necesito que estes ahí justo donde estas.

Asiente y creo que el esta más nervioso que yo.

¿Qué decía?

—La mujer que me dejo en ese lugar pago para que una monja me aceptara sin papeles, no me encontraron como siempre me dijeron. La mujer que me dejo ahí se llama Isla Pérez Riva, vive en argentina en un lugar para ancianos.

—Eso.... Significa que ¿eres latina?

Me encojo de hombros.

—No lo sé, deduzco que ella es mi abuela así que tal vez si o tal vez no.

—Llamare a Calem para que venga.

—¿Qué?

—Calem es tu abogado, tiene que saber y puede ayudarnos. Iré a llamarlo por mientras tomate el vaso con agua o el helado que te traje—desaparece del salón y me quedo mirando los papeles aturdida.

Nunca me puse a pensar que por fin sabre quien son, tal vez ahora sea de decendencia latina y ni siquiera se español, se hablar ruso y un poco griego antiguo, pero no español ¿debería aprender español por si me encuentro con ella y no sabe inglés?

—Hasta acá puedo escuchar tu cabecita trabajando.

Volteo y sonrió un poco sin poder evitarlo, con Cassian se me hace fácil sonreír y creo que es un don que todavía el no sabe que tiene.

—¿Qué dijo Calem?

—Dijo que ya venía.

Camino hacia mí, sus brazos rodean mi cintura y besa mi nariz.

—No tienes que preocuparte de nada ¿sí? Ti tenemos que viajar a Argentina para hablar con esa mujer lo haremos.

—Pero tienes trabajo.

—Cala, soy el jefe y el dueño de la empresa, dudo que me regañen por no ir.

Rio cerrando los ojos cuando acaricia suavemente mi nunca con sus dedos.

—Así que trajiste helado.

—Si, tu favorito.

Sonrió sin apartarme de él, se que me esta mirando como siempre lo hace y me pone nerviosa, levanto la mirada juntando nuestras frentes.

—Deja de mirarme.

—¿No puedo mirar?

—No, me pones nerviosa.

—¿Ah sí?

Me separo del cuando se pone recto.

—Si, así que deja de mirarme.

Sonríe de lado y paso saliva.

—No Calem no estuviera por llegar—murmura en voz baja mientras camina hacia mi inclinándose, cierro los ojos cuando sus labios rosan mi oreja— Te pondría contra la pared besándote hasta dejarte sin aire mientras soy tuyo ahí mismo—trago saliva—, embistiendo contra la pared sudados y llenos de excitación.

De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora