❤️CAPÍTULO 2👑

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Le llaman "El Monstruo de la Calle Perks" porque se sabe que aquí es donde vive y donde suele habitar la gente que lo protege.

Para avanzar en el vecindario, tienen que proceder prácticamente con una patrulla de gente digna de SWAT. Armas al frente y criminales por doquier, así es como le esperan en ese vecindario de mala muerte mientras avanzan y le buscan.

—¡¿Se piensan que van a entrar así?!

—¡Atrás!—advierten los soldados—. Tenemos orden de disparar. ¡Les pedimos que retrocedan!

Sin embargo, la pandilla sigue al frente empuñando palos y armas. Parece ser que han nacido para esto.

No retroceden.

Y la guardia avanza con sus armas, casos, escudos y trajes de guerra especiales.

Tras la orden, inicia el tiroteo. Se perciben gritos en las casas, niños y mujeres buscan esconderse y la gente queda bajo el resguardo de un grupo de la guardia que los aparta, los ata y les brinda atención médica.

El líder de la banda de criminales se pregunta por qué diantres es que vienen a entrar al vecindario si se supone que están dispuestos a disparar al mismo tiempo que les salvarán la vida cuando les están atacando.

No es la primera vez que la policía intenta entrar, pero está claro que esta no es la policía común con la que ya tienen arreglos, sino que es un equipo de gente especializada, lista para batallar en guerra.

Sino, ¿qué era esto?

El sujeto levanta una mano y emite un grito, consiguiendo que los demás se detengan también en su ataque.

Quien parece ser el jefe de la banda de guardias se abre camino desde el centro con su metralleta en alto (la cual le encantaría poder tener, aunque no tienen nada que envidiar ya que poseen varias armas de guerra) y advierte a los suyos:

—¡Cese al fuego! ¡CESE AL FUEGO!

Una vez que ya está lo suficientemente al frente, el otro pandillero quien apenas tiene algunas ropas mugrientas y los ojos puestos en el casco del sujeto, le pregunta, una vez que han concluido por un instante los gritos y los tiros.

—Está bien, pueden decirnos a quién buscan.

—Es confidencial. Le pedimos hacerse a un lado y dejarnos hacer nuestro trabajo. No queremos más gente herida.

—Entonces no será posible.

—Es una misión clasificada.

—Clasificadas mis bolas—. Sus amigos sueltan carcajadas mientras avanza aún más y le pregunta, sin un ápice de cobardía—. A quién vienen a buscar con tanta jarana y cuál es el motivo, oficial.

El sujeto, seguro de que no es oficial, ya comienza a idear en su cabeza los cálculos necesarios para reducir al tipo y avanzar.

Sin embargo, el grito de un compañero es contundente:

—¡Señor! ¡Ahí está!

Levanta la cabeza de inmediato y lo ve.

Acaba de salir de una casa en dirección a una motocicleta y les está mostrando el dedo medio a toda la guardia.

Valiéndose de la distracción, el pandillero le ensarta su pistola en la boca del estómago, dejándolo apenas sin aire, pero llegando a esquivarlo a tiempo.

—¡No lo dejen escapar!—advierte, mientras intenta reducirlo.

El resto de los agentes busca contener a la pandilla que vuelve a intentar atacar, mientras algunos que tienen el objetivo firme en ir tras él, consiguen bordear el tumulto de gente y uno es alcanzado por un disparo en la pierna mientras que otro intenta reducir al que disparó.

Solo quedan dos, que suben a sus motocicletas y van tras la del muchacho quien conduce a toda prisa por la calle Perks sin siquiera ponerse un casco.

"Este chico juega con la muerte a todas horas" advierte uno de los agentes, sabiendo que un accidente podría ser fatal.

Y lo necesitan con vida.

Así es que toma un camino contrario al que había antes tomado el muchacho y franquea la zona por un cúmulo de casas laterales.

Con un guardia detrás, el muchacho ya empieza a alertarse.

En sus veintisiete años ha sido capaz de conseguir reconocimiento y gloria en el medio de su vida marginal. Nacido para ser un criminal de clasificada opinión, pero con un gran secreto entre manos, amenazando con ver la luz.

Una vez que ya ha conseguido franquear al sujeto, se encuentra de frente con la motocicleta de uno de los agentes.

—Pero cómo caraj...—Parece morder cada una de las palabras.

Busca dar un volantazo y dirigirse por un callejón lateral, sin embargo, desde atrás escucha un disparo.

Que no tarda en impactar contra la rueda trasera de su moto.

—¡No, no, no, no!—grita, despiadado.

Y una vez que cae, intenta abandonar la motocicleta para huir. No obstante, se ha lesionado una pierna y le cuesta arrastrarse.

Una vez que ambos agentes abandonan las suyas, se posicionan delante de él con sus metralletas en alto.

Pero él se defiende apuntando a uno y a otro con su revólver.

—Señor Victorio Ranquel—dice uno de ellos—. Se terminó su tiempo de escapar, debemos irnos.

—¡No van a dispararme!—dice él—. ¡Me necesitan con vida!

—Sabemos que usted está al tanto. No le vamos a disparar, pero tenemos a su gente. Por favor, no lamentemos más bajas y venga con nosotros.

—Mi madre murió. ¡Jamás tuve madre!

—Señor—insiste uno de ellos, acercándose más—. No vale la pena resistirse más, la guardia real lo solicita. El país entero necesita que cambie de actitud y venga con nosotros de inmediato.


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Con cariño, L.

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