❤️CAPÍTULO 16👑

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Axya se aparta, sorprendida, sintiéndose absurda y muy poco coherente en estos momentos, muy poco merecedora de una explicación. ¿Habría de pedirla? Claro que sí, después de todo, provendría del hombre a quien se le acaba de dar la orden de casarse con ella.

Y ella no tuvo mejor idea que exigirle cumplir con su mandato.

Mientras intenta procesar la información, aguarda al momento en que él se retracte y le diga que en verdad es mentira, que no temía asustarla, pero no lo hace. El rostro de Victorio permanece como si un millón de cuervos sobrevolaran su semblante plagado de oscuridad repentina.

—¿Tú...ya tienes...qué?—pregunta ella, retrocediendo.

—Que ya tengo a mi mujer.

—¿Estás...casado? —¿Por qué ahora no puede volver a mirarlo a la cara? Es que se siente como una arrastrada tras lo que le pidió.

—No. No lo estoy. Pero tengo a mi novia con quien ansío algún día casarme. Puede que sea un auténtico imbécil en lo que respecta al tratamiento con otras personas o lo que puede vincularse con mi madre y la realeza, pero tengo mis motivos para ser la persona que soy y tengo bien en claro lo que quiero ser.

Ella se sienta en una silla enorme alrededor de una mesa.

Se siente empalidecer.

Tiene lágrimas en los ojos.

"Oh, no, por favor, no hagas el ridículo ahora" se dice a sí misma, creyendo que por fin sus expectativas de demostrar que está destinada a algo grande se verían satisfechas y la otra cara de la tormenta se ha levantado para abofetearla con todas las fuerzas. Entonces no solo acaba de rogarle a un hombre sino que ese hombre ya tiene alguien a quien amar y no es ella ni nunca lo será.

—¿Tu madre lo sabe?—pregunta, sosteniéndose del borde de la mesa.

Victorio camina hasta ella.

¿Parece preocupado?

—Claro que lo sabe. Pero no lo importa.

—No puede ser. Y yo... Yo estoy metida en el medio.

—Qué ibas a saberlo tú si apenas acabas de llegar y solo serás usada por mi madre, para que cuando no le sirvas más, te arrojará a la basura sin más.

Entonces también está siendo usada.

Solo es eso.

Es el único motivo por el cual está donde está, con una enorme mesa servida delante en un exquisito banquete.

Se siente mareada.

Siente que no puede tolerar mucho más todo esta situación, toda esta farsa que arrasará con su vida a cambio de mantener una probable paz en el reino para la cual no sabe si está del todo lista.

—Oye—dice él, acercándose a la muchacha que no hace más que tambalearse hacia atrás y adelante en la silla, pareciendo que perderá el conocimiento en cualquier instante—. ¿Te sientes bien?

—Y...yo... No—admite, con certeza, notando cómo las lágrimas le van humedeciendo las mejillas.

—Oh, vamos, ¿en serio vas a llorar?

Él intenta tocarle las mejillas y sacarle esas lágrimas. O burlarse de ella. Porque es lo único que ve como opciones ante la angustia que le genera ver a una mujer llorar.

Es todo lo que puede sentir ante una situación como esta, jamás supo cómo hacer ante las lágrimas de una mujer.

Era de los momentos más dolorosos que podía sentir.

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