❤️CAPÍTULO 8👑

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—Hola, mami. Tanto tiempo sin vernos, ¿me darás la teta? Me salieron dientes grandes, te puedo morder y no quisiera lastimarte. Ya sabes, hoy se da de mamar más grande. Lamentablemente ya tengo leche paterna y no necesito de la materna. ¿O hablarás con la maestra porque me porté mal al bajarle los pantalones a mi compañerita? Oh, aguarda, ya tengo veintisiete, es un poco tarde para eso, ¿no crees?

Kiera emite una risita de suficiencia mientras ingresa a su biblioteca personal del castillo. En su sillón favorito donde se suele sentar a leer yace su hijo, con las manos encadenadas a argollas en el suelo.

Las cadenas son pesadas y brillan a la luz del sol que ingresa desde los amplios ventanales del lugar.

Ella se ubica de pie, delante de su hijo y lo examina.

—No he venido a pedirte perdón por mi ausencia a lo largo de todo este tiempo—le dice la mujer—, tampoco necesito de algo así para poder vivir. Sabes bien que lo intenté todo cada año, pero tú siempre te mantuviste lejano.

—Porque en ese hogar pasaron navidades, pasaron cumpleaños, pasó mi escuela y tu solo te aparecías con regalos nefastos y tarjetas de celebración.

—¿No es eso lo que necesitas para ser feliz? Lo que un niño quiere el día de su cumpleaños: una patineta nueva, libros nuevos, cartas, juguetes, elementos para pintar y hacer dibujos. Pero no. Tu solo eras un matón que andaba creando problemas y que usaba los crayones para rayas las cosas de sus compañeros y lápices para lastimarlos. Luego le partiste tu patineta nueva a ese chico y lo dejaste al borde de la muerte. Fue un milagro que se salvara.

—Solo tenía doce años.

—Y ya eras un criminal.

—Un criminal que necesitaba a su madre, que seguía siendo un niño.

—Tuvimos serios problemas cuando le hiciste a la chica lo de los pantalones. Ahí ya tenías catorce, eras una decepción inmensa en mi vida.

—La terapeuta que me asignaron no hizo mucho. La verdad que era demasiado atractiva, más de una vez le dediqué una p...

—Hasta que pasaste al reformatorio de menores. Solo con varones.

—Del cual me escapé en cuestión de meses. Ya tenía quince o dieciséis para entonces.

—Y te perdimos casi de manera definitiva, Victorio.

—Te apareciste. Cuando descubrieron que formaba parte de una banda criminal, querías llevarme por la senda del bien.

Victorio, quien aún permanece encadenado, observa a diestra y siniestra la extensa sala del palacio donde está encadenado ahora.

Lo lavaron por la fuerza luego de agotarlo al extremo, no tiene marcas del secuestro con la tortura, pero sí le han quedado en su vida y en su corazón. Son esas heridas que lo labraron a fuego y ahora lo convirtieron en la dura persona que es.

—No me hace gracia lo que sea de lo que te estés riendo. Es una causa de suprema importancia lo que te trae ahora, hijo.

"Hijo".

Es la segunda vez que le escuchaba decirle eso.

La primera fue cuando la encontró por primera vez en la guardia para padres del reformatorio de menores.

Kiera le habló de tal manera que logró conmoverlo, logró hacerle entender que no podía "reconocerlo públicamente su hijo por asuntos clasificados y de estrategia para el reinado"; aunque ese rótulo de mujer empoderada que no necesita ser madre para ser mujer ahora devendría en un caos.

Sus estrategias políticas estaban flaqueando, le dolía saber que su padre, el rey, jamás lo reconoció ni lo quiso ver en persona ni una sola vez. ¿Por qué? ¿Por ambición? ¿Por conveniencia? ¿Hasta dónde llegaría la voluntad de alguien capaz de todo con tal de perpetuarse en el poder?

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