❤️CAPÍTULO 17👑

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Kiera sabe que sus planes están destinados a jamás fracasar.

Lo sabe con la mayor certeza de su vida en cuanto el Teniente Brown se sienta delante de ella, en el sillón, sin escritorio capaz de intermediar entre uno y otro.

Lo tiene delante y percibe el sabor de la guerra, del triunfo en la batalla.

Las puertas se cierran.

Brown se vuelve hacia atrás.

Dos soldados salen desde sus escondites empuñando armas en alto y apuntando directo a la cabeza del Teniente.

—Tranquilo—le dice ella.

—Mierda—farfulla—. No era lo que convenimos.

—Si hubieras sabido que iba a hablar contigo de manera pacífica, no hubieras venido, mi querido Dante. Si algo ya conocía de ti Imanol era tu fácil predictibilidad.

—Entonces...

—Entonces ya sé que estás listo para efectuar el atentado en el patio. Hemos detenido a tu genocida favorito.


****


La respiración de Axya le falla, atorándose en mitad de camino por su garganta.

Cuando se ubica en las rodillas del hombre más desafiante que ha sido capaz de conocer jamás, sabe cuánto necesita de él y de este momento. Ya ha bebido la primera copa y, si bien el sabor le ha resultado extranjero a su paladar, le ha resultado adictivo el querer volver a probar de la copa que él le ha ofrecido.

Sumergida ante el más poderoso de los placeres, culmina por ansiar lo que tiene delante de sí: el vino, que luego es ofrecido por el demonio en persona.

—Ven, te daré de probar—propone.

—No... No es bueno beber tan temprano—asevera ella. Pero no entiende por qué sus inhibiciones desean romper con todas las reglas.

Hasta le cuesta recordar si la situación de Victorio de haberse comprometido con otra es real o si todo se ha convertido en una alucinación.

¿Por qué se siente como si los sentidos hubieran tomado distancia de su propia capacidad de sentir algo en su superficie epidérmica?

O por el contrario.

Como si todo se sintiera de manera tan extrema que el mundo entero y ella parecen ser una misma fusión superlativa.

—¿Quién dice?—le insta Victorio con sus labios rozando la oreja de ella.

—Todo el mundo... Y yo no bebo, no suelo hacerlo.

Él vuelve a acercar la copa a ella y la recibe cual persona sedienta que encuentra un oasis en medio del desierto.

Hasta la última gota.

Se pasa el dorso de la mano por los labios y le cuesta comprender cómo fue que llegó a las rodillas de él.

—Lo haces como si fuese algo común en ti—la provoca.

—Pero no lo es.

—¿Ya ves que sí eres patética?

—Deja de...llamarme de ese modo. —Axya se vuelve a él y esta vez no está dispuesta a llorar, sino que se siente como una mujer de armas tomar.

Como si el deseo frenético que siente por él pareciera verse representado bajo la forma de violencia, esta sí que aparentemente tiene aval entre ambos. Jamás avalaría la violencia, pero ahora es una única alternativa.

Veni Vidi ViciDonde viven las historias. Descúbrelo ahora