❤️CAPÍTULO 23👑

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Axya parpadea y siente que el cuerpo entero le da sacudidas al darse cuenta de que Brown está siendo tomado prisionero por la reina Kiera.

Los motivos por los cuales ha de haberlo hecho permanecen implícitos en su conciencia, a sabiendas de que esa mujer no haría nada que no sea en su propio beneficio, más allá de cualquiera sea la causa que convoca ahora a que el viejo Teniente del ejército que antes servía a los gobernantes, en esta ocasión, se termina volcando en gran parte junto a una buena porción del pueblo en su contra.

Y más allá de intentar llegar a una solución diplomática o una alternativa que le permita concensuar por la vía pacífica a condición de evitar una guerra o hechos devastadores para todo Heaven's Ville, opta por encadenarlo y mantenerlo golpeado dentro de unos calabozos medievales en los cuales aún permanecen elementos que claramente fueron usados para tortura y no han desaparecido del todo con el tiempo, como los libros de Historia suelen enseñar.

—U...usted... Señor Brown.

Recuerda los gritos que escuchaba antes, los golpes. No provenían de algo que se estuviera aplicando en su contra sino que claramente es quien ha estado dando los gritos y patadas inclinándose contra los muros de piedra del calabozo.

Aún no parece haber una explicación convincente a lo que sea que esté pasando, ¿no era Kiera una pregonera de la paz? ¿Por qué encerraría a alguien que piensa diferente a ella? Tiene sangre, así que ha sido golpeado, no ha sido con consentimiento de él que terminó encerrado acá.

Aunque claro, ¿quién se dejaría encerrar en un calabozo? ¿Esto tendría sentido si se pensara asuntos de consentir?

Lo que ella no consintió es que intentaran drogarla y aún así lo hicieron, también surtió efecto en Victorio quien ya tenía cierta predisposición a los estados hipnóticos de los opioides lo cual explica por qué decidió ceder de manera tan brutal a lo que las sustancias le provocaron.

—Sí, soy yo. No hay mucho tiempo... ¿Aixa?

—Axya.

—Sí. La "amante de los libros". Abre está reja.

—¿Por qué iba a hacerlo?—murmura ella—. Usted...prometió hacerme daño cuando me visitó en el hotel.

—Porque creí que estabas con ellos. Con Kiera. Pero ahora me doy cuenta de que eres diferente.

—P...pues...

—Abre, por favor. O todos estaremos muertos.

—¿En qué se basa para decir eso?

—En que Kiera no está dispuesta a negociar bajo ningún concepto ante lo que está sucediendo allá afuera. Más de la mitad de la población está de acuerdo en sacar del poder a los mismos abusivos adictos a su despreciable demagogia. Tú no perteneces a esta gente, estoy seguro de que tu relación con Victorio ni siquiera es real.

—¿Usted...cómo...sabe eso...? —Creo que acabo de entregarme a los leones, porque no se lo he negado.

—Porque he servido a La Corona desde los dieciséis años que comencé en el ejército y terminé la escuela dentro de las milicias.

Afuera se escuchan gritos.

—No hay tiempo—asevera—. Luego te cuento mi historia. ¡Sácame de aquí, Axya, o todos estaremos muertos! ¡Nadie tendrá voz ni voto jamás en un lugar como Heaven's Ville si a mí me ejecutan!

—¿Qué?

—¡Van a ejecutarme!

—¡Oh!

¿En serio lo harían? ¿Por qué será que no me cabe duda alguna de que él no miente y que, en efecto, serían capaces de hacer algo así?

—Busca la llave.

—¡¿D-dónde?!

—Mira, aquel escritorio.

Hay un escritorio y un sillón donde estuvo sentado el tipo en cuestión.

Las otras celdas tienen las llaves aún. ¡Algunas tienen huesos! Sospecho que esos llevan decenas de años ahí y son parte de la historia del arte que conlleva un lugar tan lúgubre como este.

—Presta atención a lo que ves y deduce cuál es la llave—me dice él.

Me apresuro en ir hasta el punto en cuestión y termino abriendo un cajón, descubriendo un manojo de llaves que, deduzco, no han de ser solo de esta limitada cantidad de celdas que yacen aquí debajo.

Hay unas que están apartadas, son tres. Tienen toda la pinta de haber sido usadas más prontamente de todas las demás que están mezcladas.

—¿Yyyyy?—él me insiste.

—Creo que las tengo.

Lo miro.

Los grilletes.

La celda.

Son tres.

—Lo tengo—le digo y voy en su dirección. Pruebo una. No es.

—¡Rápido, alguien viene!—me advierte él mirando en dirección a las escaleras.

Pruebo otra. Tampoco es. Solo queda una ¿y si no es ninguna de las tres? ¿Qué haría Kiera si me descubre haciendo esto o que intenté liberar su prisionero?

—¡Vamos!—insiste.

—¡Bingo!

En el momento que la cerradura destraba, trato de convencerme a mí misma de que estoy haciendo lo correcto.

—¡¿Listo?! ¡Vamos, los grilletes!

—Voy, voy.

Una vez que estoy dentro de la celda, siento que mi corazón se acelera al tiempo que mi cabeza me sugiere que probablemente no sea esta buena idea. No obstante, no puedo permitir que hagan daño a una persona si es que está en mi poder evitarlo.

Voy por los grilletes y, entre las dos llaves restantes, a la primera entra y libera su mano derecha.

—¡¿Señora Axya?!—se escucha que preguntan desde las escaleras.

—¡El otro!—insiste Brown.

—Ya. Está. —Le digo al sentir el click en el grillete contrario.

Cuando las cadenas caen, una queda en la mano de Brwon y la toma con ambas manos.

—¡Huya!—le digo.

No obstante, sus ojos se posan en los míos y la cadena en sus manos queda enredada en mi cuello en cuestión de segundos, siendo empujada con fuerza contra las rejas en un santiamén.

Su voz es tajante mientras mi cabeza trata de cuadrar qué diantres está haciendo.

Una media sonrisa se curva hacia arriba cuando asevera:

—Te tengo, perra.


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Con cariño, L.

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