Naturalizando lo prohibido

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2013


Podría ser un día como cualquier otro. Salíamos de una clase en la facultad con mi compañera hasta que ella decidió romper el hielo ante tanto silencio.

-Juani ¿estás apurado?

Negué con la cabeza. La pregunta se debe a que suelo caminar rápido. Seguro hay un motivo y eso se remontaría a mi secundaria.

-¿Me podrías acompañar a buscar algo?

La seguí sin dudarlo. Confiaba en ella, mientras prestaba atención hacia dónde me dirigía.

A medida que avanzaba, una parte de mí suponía que me estaba mintiendo porque si me aseguraba el porqué de su compañía, la posibilidad de negar su petición existía y, como mujer, no se equivocaba. Sin embargo, ante toda adversidad, mantuve mi postura.

Al llegar a destino, actué con naturalidad estar rodeado de un grupo de personas que, hasta ese momento creí, podrían ser sus amigos. Un gesto en común y un olor distintivo. Era ahora o nunca.

En cambio, cuando llegó mi turno intenté imitarlos, pero internamente sabía que lo estaba haciendo mal y para no estropear la experiencia fingí mi estado de ánimo.

¿Se habrán dado cuenta?

Debido a que no tenía temas en común, inventé que tenía una emergencia, hice un saludo general y cuando estaba dispuesto a abandonar el lugar, una chica que no conozco me dio un consejo para despistar el humo de mi ropa y mis manos. Se lo terminé agradeciendo.


2018


Otro escenario, otras personas. Solo nos unía la universidad. Un trabajo práctico que parece encaminado, entre algún que otro momento de distensión. Faltaba que llegara un compañero para empezar a filmar y, con la espera, el anfitrión se dispone a "liberar tensiones".

Un elemento que se remite y me retrotrae a lo narrado en 2013.

A escasez de actores, me ofrecí y estaba la posibilidad que fumara frente a cámara.

-Si tengo que fumar, lo hago. No tengo problema.

-No, no es necesario -respondió mirando a la nada.

Una contestación que le salió tan natural, además de conocer una nueva faceta suya. La locación era el patio de su casa, estaba en su terreno compartiendo, por un rato, el mismo aire. No tendría porqué sorprenderme. Sin embargo, me ocurrió lo contrario y traté de disimularlo para que luego no me preguntaran.

Más tarde, el compañero restante llegó y comenzamos con el rodaje. ¿Qué me llevé de esta experiencia? Ademas de mi pseuda actuación, un pequeño corte en mi dedo con el rallador cuando tuvimos que pausar para almorzar, que por un descuido casi quemo un árbol por estar trabajando con faroles/fresneles cerca, para iluminar una ventana, cuya potencia me resultaba difícil manipularlo. En ese momento pudo ser algo insignificante, se lo notifiqué a quién corresponde y pareció no importarle. Esa actitud relajada la puedo tolerar por momentos, pero que forme parte de su personalidad... el ser tan despreocupado, me incomodaba. Encima, como si el destino me hubiera querido decir algo, regresé a mi casa sin el cargador de mi celular. La única vez que lo había guardado en mi mochila sabiendo que este tipo de trabajo demanda muchas horas, tuvo que quedar en algún rincón de su casa. 

Para no levantar sospechas, le escribí por privado para que se asegure que estuviera allí y me lo pudiera devolver cuando nos viéramos en clase. A la semana siguiente, ver algo mio en sus manos fue el último gesto que tuvo conmigo debido a que, por situaciones que no ameritan detallar, estaba replanteándome si la carrera que había elegido por mi cuenta valía la pena seguir esforzándome, sacrificar parte de mi tiempo en el estudio. 

¿Conclusión? Ese iba a ser mi último año cursando, pero no porque me recibía... sino que no estaba enfocado como en un principio. Necesitaba renovar aires, saldar cuentas pendientes, retomar asignaturas pendientes y buscar mi verdadera vocación que, al parecer, en el mundo audiovisual no lo encontraría.

Tan Tauro Que DueleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora