Nunca te veo llorar

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Donde Frank finalmente se abre a Murdock.

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Murdock sabe que Frank esconde demasiadas cosas, pero eso no lo altera demasiado. Más que tratarse de secretos o crímenes o cualquier cosa de El Castigador, aquello que más resguardaba el pelinegro eran sus sentimientos.

Hasta cierto punto entendía que Castle no era alguien estable, alguien con muchos problemas y demonios internos. En parte, podía identificarse en él; por otro lado, podía estar a su lado y sentir que no había nada suyo en él. Aunque esa era la magia de Frank que le fascinaba: la forma en que podía mover las corrientes del bien y el mal dentro de sí.

Sin embargo, no siempre entendía lo que pasaba dentro de esa atormentada cabeza. Y no se trataba de que quisiese saberlo todo sobre él, sino que lo amaba demasiado y se preocupaba por su bienestar. 

Castle a veces podía ser demasiado cálido, protector y una gran persona; otras podía ser frío, emocionalmente atrofiado y rígido. A Murdock no le molestaba su dureza, la encontraba necesaria de vez en cuando. Aún así, temía no ser capaz de discernir si Frank era una buena persona o si, algún día, tendría que guardar sus memorias en el mismo baúl en el que alguna vez vertió las de Elektra.

Y eso, en el fondo, le dolía. Le dolía porque no podía hacerle entender al pelinegro que si estaba con él, era porque ama todo de él, lo bueno junto a lo malo y que, en sí, podía encontrar un lugar seguro en el cual depositar sus emociones, sus aflicciones, sus temores y aspiraciones.

—¿Qué sucede? —preguntó Frank al ver cómo bufaba y se recargaba en su propio brazo.

Ambos estaban en el departamento de Murdock, compartían una cerveza junto a la barra de desayuno. La madrugada se había asentado en Hell's Kitchen pero no podían conciliar el sueño en su única noche de descanso porque la vigilancia nocturna les había arruinado el reloj anatómico.

—No lo sé... —se debatió el pelirrojo antes de suspirar—. No me siento bien y creo que debemos hablar.

Aquellas palabras tomaron por sorpresa a Castle, quien trató de ocultar su nerviosismo al respecto—: ¿Ah, sí? ¿De qué?

—Sobre ti, Frank —respondió Matthew, pasando sus manos por la tela del pantalón para limpiarse el sudor.

—¿Yo? ¿Hice algo mal o...?

—No, no, nada de eso —explicó alzando su rostro en su dirección para enfrentarlo—. Es solo que me preocupas, mucho.

El otro bufó con una sonrisa—: No tienes nada qué tem...

—Por favor, escúchame —lo interrumpió.

Frank se mantuvo en silencio, él era la única persona en la tierra capaz de interrumpirlo sin llevarse heridas como regalo. A Castle le costaba admitir que ya sabía a dónde iba la conversación, se aferraba a la esperanza de que fuese solamente una extraña conversación para tener sexo pero no era su día de suerte.

—Sabes que te amo, ¿verdad? —le preguntó Matt, recibiendo una respuesta afirmativa— Y que eso incluye todo de ti, más que tu cuerpo, quién eres... lo bueno y lo malo, ¿no es así?

—¿Me vas a pedir matrimonio o algo así? —cuestionó Frank en un intento inútil de desviar la conversación.

—Solo quiero saber qué te sucede, ¿qué es lo que sientes, Frank? —se explicó el pelirrojo—. Escucho cuando te levantas lleno de sudor a media noche, escucho cuando te subes a tu van y manejas a toda velocidad... cuando te encerraste en el baño la noche que hicimos el amor. 

—Sabes que es complicado —se excusó Castle.

—Lo sé, Frank, sé que te es difícil pero escúchame: no tienes porqué sufrir solo, no tienes porqué esconderte cuando lloras... no tienes porqué esconderte de mí. ¿O acaso no confías en mí?

El pelinegro negó con la cabeza para después asentir—: Por supuesto que confío en ti con mi vida.

—¿Entonces por qué me dejas fuera de tu corazón? 

El silencio se hizo entre los dos, Matthew puso su mano en la pierna del otro para mostrarle apoyo. Frank la tomó y se aferró a ella con fuerza, la llevó hasta su boca y la besó del dorso.

—Es... solo quiero protegerte, protegerte de mí y de lo que llevo conmigo —fue la respuesta de Castle.

—Mírame a la cara, Frank, dime si realmente crees que necesito protección —reclamó Murdock devolviendo el apretón a su mano.

El otro bufó y alzó la mirada, la luz de los anuncios que entraba por las ventanas tintaba el rostro de Matthew en colores rojizos y morados, su mirada no estaba tan perdida porque él siempre encontraba la forma de ver dentro del alma de Castle.

—Si tan solo vieras lo que yo, Matt, entenderías —dijo con cuidado, llevando su mano a la mejilla del otro—. No te protejo porque me necesites, sino porque nunca podría hacerte daño... no más.

—Ese no es el punto, Frank —se quejó el otro con aún más quietud que el otro—. ¿Crees que es justo que tu lo sepas todo de mí y yo apenas pueda saber algo de ti?

—Supongo que no —exhaló—, no es justo.

Castle apartó la mirada, pensando en todo lo que lo consumía por dentro. Rostros que alguna vez amó, otros que odiaba y los de desconocidos e inocentes que murieron frente a él durante la guerra.

Todo eso se volvía un espiral que le quemaba por dentro y, a la vez, le llevaba escalofríos a lo largo del sistema nervioso porque, ¿hay algo más peligroso que el calor de las combustiones de pólvora en la piel y su ardor? ¿hay algo más helado que la cruda crueldad de una mirada que pierde la vida? Frank no lo sabía, pero dudaba que hubiese algo más que ello.

Después estaban ellos... la culpa que le perseguiría por toda su vida. La impotencia, la realidad que a veces llegaba de azote cuando su mente le creaba fantasías en las que todo ese dolor era inexistente.

—Nunca les pedí perdón —susurró Frank—, nunca les dije adiós... joder, ni siquiera pude decirle que los amaba una última vez. Y... ahora, con lo que tenemos, no puedo evitar pensar de vez en cuando en que tal vez ellos se sienten traicionados. Traicionados porque yo puedo ser feliz, envejecer y ellos seguirán igual de jóvenes.

Murdock pudo sentir aquella lágrima solitaria rodando por la mejilla de Castle como suya.

—Matt... amo estar contigo y cada día es una oportunidad nueva para seguir adelante —añadió tomándolo de los hombros—. Pero a veces las memorias llegan, recuerdos que no quiero que te pesen. Porque es en esos momentos en los que dudo de todo y no quiero que tú dudes de mí.

—Nunca lo haría, Frank, ni aunque lo deseara —replicó el pelirrojo acercándose más al otro.

Ambos se fundieron en un abrazo y Frank, por primera vez, permitió que Murdock lo escuchara llorar. Reposándose en su hombro, el pelinegro pudo sentir que ese dolor que lo agobiaba se volvía más ligero porque ahora el pelirrojo le ayudaba a cargar con él.

Una vez más, Matt Murdock le cubría la espalda a Frank Castle; solo que esa vez no era en un campo de batalla sino en la intimidad de dos almas que se unificaban para bien, para siempre.

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Canción: Highly Emotional People

Artista: MARINA

Palabras clave: Toda la canción, es una joya. Marina es un ícono, si no han escuchado su música... ¿qué esperan?

Fecha: 23 de Febrero.

ᑭᒪᗩY: One Shots FrattDonde viven las historias. Descúbrelo ahora