|Capítulo 1|

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Año X453. Crocus; Capital del Reino.

Crocus, tan magnífica y hermosa ciudad era la capital del reino de Fiore. Justo donde se encontraba ahora para ingresar a la academia de la Santa Iglesia. Zeref Dragneel era un prodigio en inteligencia y tenía potencial para la magia. Nunca se imaginó que pisaría por su propio pie un lugar atestado de humanos, aquellos que compartían su misma apariencia pero que sin duda no era uno de ellos. Pertenecía a la raza más temida y aclamada, los dragones, aquellos que se habían casi extinguido hace siete años. Un trágico incidente, así lo describían los monarcas del reino. Ellos habían dicho que no hubo sobrevivientes, que tal acto de cobardía y crueldad fue llevado a cabo por los demonios. Sin embargo no habló sobre la actitud tan cobarde de sus soldados, omitió que sus hombres abandonaron su puesto y huyeron con el rabo entre las piernas. Todo fue enterrado bajo la suciedad de la política y el poder.
_¿Por qué demonios quieres estar entre estas bestias?_el disgusto y asco en la voz de su hermano mayor hizo que sonriera un poco. Ambos compartían la misma opinión sobre esas criaturas egoístas y débiles.
Al voltearse se encontró con la mirada enojada y los brazos cruzados en señal de molestia, Ignia dejaba en claro su postura.
Le parecía muy gracioso, que aún teniendo 107 años seguía pareciendo un chico que entraba a la adolescencia. Los dragones envejecían lentamente, los primeros años crecían al mismo ritmo que los humanos pero al llegar a los 15 su crecimiento se volvía tan lento que parecía inexistente. Zeref, con sus diecisiete años, parecía mucho mayor que él. Su voz había cambiado volviéndose más ronca, sus rasgos aniñados se fueron perfilando y dándole una apariencia que para muchas chicas le parecían atractivo. El constante ejercicio había provocado que su cuerpo obtuviera músculos tonificados y gráciles que hacían babear a la multitud femenina. Además de su carácter frío e indiferente pero con tanta intensidad completaba la mezcla perfecta para que una mujer cayera en sus brazos.
_Porque quiero aprender sobre los pergaminos prohibidos de la Santa Iglesia_dijo burlón las últimas palabras, de santa no tenía nada ese lugar. Allí se ocultaban todos los secretos sucios del reino y él buscaba uno en especial.
_¿Crees qué la Iglesia te dirá sección quince, columna ocho y qué por favor no resucites a ningún asesino en serie?_debía decirlo, la actitud condescendiente y sus palabras hicieron que su corazón se sintiera más pesado.
_Si serás como Igneel, entonces vete. No necesito a otra persona más para decirme lo insensato e infantil que estoy siendo_habló Zeref sintiéndose molesto y frustrado porque las únicas dos personas que quedaban en su vida no lo apoyaran.
Un suspiro dejó los labios de Ignia al comprender que su actitud no estaba ayudando, solo empeorando las cosas. Después de los acontecimientos en Lotos, su hermano se había vuelto hermético y callado. No era para menos, fue el único sobreviviente de esa masacre y vio como todos fueron asesinados. Incluyendo su madre, un dolor conocido se extendió en su pecho al recordarlo. Además también estaban sus tíos, los padres de Zeref y su hermano menor, su primo Natsu.
_Papá es un imbécil, pero solo se preocupa por ti_si, Igneel Dragneel no era uno de los hombres más sensibles y atentos pero los amaba a ambos. Eran su responsabilidad, trataba de hacer todo para apoyarlos. Sin embargo también era muy tozudo y mandón, le gustaba que sus hijos tomaran la ruta que él había trazado para ellos. Zeref se había rebelado contra ello.
Zeref dejó escapar un resoplido y rodó los ojos con exasperación. Su hermanito no quería aceptarlo, pero ambos eran muy parecidos. Incluso haciendo ese gesto le parecía que estaba viendo a Igneel, solo que no se lo diría a Zeref. Quería conservar la cabeza sobre los hombros.
_No me importa lo que diga ese viejo. Iré a la Santa Iglesia y encontraré los pergaminos para traer de vuelta a Natsu_y justamente eso era lo que temía su padre.
Incluso cuando Zeref era un dragón, su alma draki murió debido a una condición genética en la sangre de su madre, Caira. Debido a esto, su existencia sería efímera como un humano por lo que desde pequeño sufrió mucha discriminación en su pueblo. Nadie sabía el por qué esa enfermedad atacó a Caira Larcade, aunque muchos decían que se trataba de una maldición por parte de su abuelo. Sin embargo no estaba probado esto así que solo se quedó como un rumor. No se supo si esta enfermedad atacó también a Natsu ya que el cambio comenzaba a manifestarse a los cinco años y este falleció con solamente cuatro.
Igneel temía que Zeref se perdiera en una espiral de autodestrucción buscando milagros que tal vez no dieran resultados. Su vida era efímera, esos pergaminos era magia oscura sellada y que estaba pérdida. Podrían pasar años sin encontrarlos, y consumiría su juventud en una búsqueda que no daría nada.
_Acnologia es un imbécil_él fue quien le metió esas ideas locas de resucitar a Natsu con esos pergaminos de magia oscura. Era un niñato engreído que se creía el mejor de la armada porque su padre era el comandante.
_Si, lo es pero no me importa. Estaré bien Ignia. Solo necesito intentarlo aunque sea un fracaso_dijo Zeref terminando de desempacar sus pertenencias.
Ignia suspiró resignado, su hermanito no daría el brazo a torcer. Además lo entendía, no le gustaba pero lo hacía. Zeref fue quien cargó el cuerpo de su hermano por tres días, cuando lo encontraron deshidratado y desmayado temieron lo peor. Pasaron días sin que hablara, algunas veces tenía ataques de pánico al escuchar los cañones o simplemente la risa de niños corriendo. Su padre y él temían de que hubiera sido demasiado para Zeref, hasta que con el paso del tiempo se fue recuperando.
_Solo cuídate ¿quieres? A papá le dará un infarto cuando me vea llegar sin ti_Zeref se encogió de hombros ante sus palabras. El viejo le tenía sin cuidado, podía ser uno de los reyes y su tutor pero no seguiría sus órdenes.
Ambos se abrazaron en despedida y salieron del pequeño apartamento del edificio donde vivía Zeref.

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Lo que oía de la boca de ese humano no podía creerlo. Aquel imbécil sentado en esa silla de oro le decía que la tregua se había roto porque su especie era una amenaza para el reino. Ja, ellos no eran ninguna amenaza. Solo intentaban encubrir su mierda como siempre hacían. No sabía que había visto sus antepasados en esas criaturas egoístas y cobardes.
_Sabe muy bien que los demonios son la única amenaza_dijo inescrutable Igneel. Si pensaba que se echaría para atrás no lo conocía para nada.
_Señor Igneel los reportes de dragones atacando a los poblados dicen lo contrario_ese tono de voz cargado de condescendencia y superioridad molestó demasiado al dragón.
_Es rey Igneel para ti, estoy seguro que mis hombres solo buscan justicia por sus familias_al pensar en su amada aghra, un fuerte dolor se extendió en su pecho. Sentía tanto el deseo de morir pero necesitaba ser fuerte por su pueblo y sus dos hijos, aunque uno era un insensato. Sus súbditos solo querían retribución por el daño ocasionado.
_Ya le dije que los soldados no abandonaron su puesto por cobardía, fue debido a un error de horarios_una risa cínica salió de sus labios ante tal mentira. Es por esto que no se debía confiar en otra especie para el cuidado de su pueblo. Nunca más cometería ese error.
_Y supongo que nadie puede demostrar que se equivoca ¿cierto?_cuestionó Igneel mientras el rey se mostraba imperturbable. Había sido buena decisión ocultar que hubo un sobreviviente sino atacarían a los dragones en ese momento cuando estaba tan débiles para acallar su error.
_Nadie sobrevivió así que confío en el testimonio de mis soldados_por supuesto que sí, pensó de forma amarga.
_¿Entonces esto es todo?_sabía que sí, solo necesitaba su confirmación.
Aquel ser humano déspota solo asintió e Igneel abandonó esa sala para volar hacia las cordilleras del provisional asentamiento. Los humanos no eran criaturas de fiar, nunca lo serían. Ahora tenían un nuevo enemigo que se sumaban a la lista, los humanos.

~Caricia de Muerte~ Zeref y Mavis. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora