|Capítulo 20|

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Año X446. Ciudad de Lotos, Fiore.

Mavis lo supo al instante al verse rodeada de pequeños niños corriendo y divirtiéndose mientras pasaban caravanas desfilando por la carretera, era temporada de carnavales y estaba en la ciudad de Lotos. Las imágenes desvanecidas por el tiempo en los libros de historias la retrataban al igual que el increíble paisaje que se extendía frente a ella. Hermosas estructuras de mármol, magníficas construcciones que se alzaban imponente, y el impresionante castillo que parecía tocar el cielo. Era como siempre se lo había imaginado cada vez que leía las descripciones y veía los viejos dibujos de la ciudadela.
_Zeref, hijo. Vamos_al escuchar la voz de una mujer llamar el nombre del mago ella se voltea con premura encontrándose con una hermosa dama de cabellos azabaches y ojos de alquitrán. Era indiscutible, se trataba la madre del hechicero.
Mavis absorta en su belleza se quedó quieta y fue atravesada como si se tratase de un espectro por ella. Ni siquiera dolió, sólo sintió un pequeño aleteo de incomodidad. Había estado viéndola tan fijamente que no notó que a su lado viajaba un hombre con una toga blanca de aspecto fornido, piel bronceada, cabellos cerezas y ojos de un fino dorado. Este cargaba en sus brazos a un pequeño bebé idéntico a él con los ojos bien abiertos absorbiendo todo como una esponja.
_Voy madre_esa suave voz la reconocería en cualquier parte, aunque no poseía ese tono de barítono seguía siendo suave y melódica. No lo había visto porque su madre y aquel señor lo ocultaban hasta ahora.
Un niño de cabellos tan negros como las alas de un cuervo sedoso y brillante, piel tan blanca como la mismísima nieve aunque vivía en el desierto donde las temperaturas eran más altas y por último sus ojos, tan negros que era imposible definir su iris y puntos luminosos adornando por la constante luz pareciendo que en ellos se veía la noche llena de estrellas.
_Papá, quiero llevar a Natsu_cuando Zeref le habló a aquel fornido señor informándole que se trataba de su progenitor se sorprendió.
Nunca hubiera imaginado que se trataban de padre e hijo ya que no compartían rasgos similares alguno. En ese instante Mavis frunció el ceño, no lo había notado antes pero si lo hizo ahora al ver al pequeño Zeref al lado de su padre.
_Sus ojos no son dorados_habló en voz alta maravillándose al no haberlo notado anteriormente.
Cuando Zeref le había dicho que él era un dragón nunca terminó digerirlo, siempre sintió que le faltó algo para terminar de aceptarlo, como si faltara una pieza. Ahora supo cual era la pieza que faltaba. El color de sus ojos no eran adecuados para su especie.
_Su madre tampoco los tiene_dijo ella susurrando como si temiera ser escuchada.
Aquel hombre fornido sonrió con amor y adoración hacia su hijo mayor para después entregarle a su hermanito. Una sonrisa de felicidad se extendió en los labios del inocente hechicero y su pecho se sintió pesado.
_Así que tu también puedes sonreír de esa manera_nunca había visto esa sonrisa en su rostro, tan llena de ingenuidad y amabilidad.
La familia avanzó sonriendo mientras pasaban por las calles y miraban a sus alrededores divirtiéndose por los carnavales. La hada los siguió, sintiendo en su pecho temor y preocupación. Ella lo sabía, algo malo sucedería.

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_Natsu ¿a quién quieres más, a tu fabuloso primo Ignia o a tu mediocre hermano?_preguntó aquel preadolescente burlón al pequeño niño situado en el centro de la cama que miraba todo con atención. Sus ojos todavía tenía un tono marrón claro apagado, sin poder definirse si sería un dragón o no.
Zeref arqueó una ceja disconforme y golpeó en el costado a su primo mientras este dejaba salir un alarido de protesta. Podía ser un príncipe heredero pero era insoportable. Las madres de ambos vieron el intercambio con risas divertidas por el actuar de sus hijos, al igual que la hada. No había pasado mucho tiempo allí pero su mente borró por completo la razón por la que estaba en ese lugar.
Solamente estaba disfrutando de la vista de este pequeño Zeref rodeado de todas las personas que lo amaban. Había descubierto mucho del hechicero, para empezar que pertenecía a la familia real. Sus padres eran Zarel Dragneel y su madre Caira Larcade, ambos dragones y de origen noble. El tío de Zeref, Igneel Dragneel, y su compañera de vida era Fiona Sariel, nada menos que la princesa heredera del reino y ahora la reina. Mavis estaba asombrada de su procedencia aristócrata e incluso que Zeref fuera un niño tan adorable y amable, sin ningún parecido con el Zeref que ella conocía.
Unos golpes interrumpieron las risas en la habitación de las dos mujeres divertidas por las ocurrencias de las crías y Mavis salió de sus pensamientos internos.
_Vengo a llevarme al pequeño príncipe heredero a los campamentos_ante ella estaba un hombre de cabellos cerezas largos que caía hasta su espalda baja, con unos ojos dorados rasgados y sonrisa cegadora. No había ninguna duda para ella, se trataba de Igneel,uno de los cinco reyes.
_¡No soy un niño padre, tengo 100 años recién cumplidos!_exclamó indignado Ignia dando un pisotón en el suelo declarando abiertamente su disgusto.
Si Mavis hubiera estado bebiendo agua se habría ahogado con esta, sabía que los dragones tenían una larga longevidad casi pareciendo deidades que caminaban entre simples mortales, aún así le sorprendió. Saber que aquel adorable joven de cabellos rubios y ojos tan afilados tenía el doble de su edad era un shock totalmente para ella. Zeref parecía un poco mayor que él, ¿eso quería decir qué tenía más de 100 años? Por alguna razón lo dudaba, todavía no comprendía la situación completamente.
_Todavía te faltan unos trescientos años para ser considerado un adolescente Ignia Sariel Dragneel_respondió Igneel burlándose de su hijo y este lo miró de manera penetrante e inconforme por sus palabras que eran ciertas. Unas carcajadas resonaron en la habitación provenientes de él y su compañera de vida le asesinó con la mirada de sus relucientes joyas doradas.
Este, como si se tratase de un perro domesticado, cerró su boca y bajó la mirada arrepentido ante la reprimenda de su dueño. Fue algo divertido de ver para la hada que sonrió alegre.
_Vamos Ignia, tu tío está coordinando todos los pequeños detalles antes del desfile y espera por nosostros para dar la señal de partida_dijo Igneel con voz gruesa intentando rescatar su orgullo. Su mujer daba miedo cuando se enojaba y no deseaba sufrir la ira de esta.
Fiona satisfecha por la conducta de su aghra sonrió y Caira observó el intercambio de ambos conteniendo la risa que amenazaba salir. Ver a su cuñado como un pequeño cachorro delante de su amo no tenía precio alguno, si la cámara de reyes o los nobles supieran de esta faceta del rey sería objetivo de burla y sorpresa.
Ignia asintió ante las palabras de su padre, acarició el cabello rosa de Natsu y se despidió de Zeref dándole un pequeño empujón en el costado.
_Esposo_sin embargo cuando estaban a punto de salir de los aposentos de la reina, ésta detuvo a los dos hombres más importantes de su vida. Ambos se voltearon e Ignia bufó porque sabía lo que venía a continuación, había visto esa mirada nauseabunda en el rostro de su padre y los ojos de su madre brillaban extasiados.
_¿A dónde vas sin despedirte adecuadamente?_cuestionó Fiona arrogante y descaradamente.
Igneel no dudó en moverse ni un segundo y ya estaba al lado de su mujer mientras ambos se besaban cándidamente sin importarle la presencia de menores presentes o Caira, ésta dejó salir unas risitas por el comportamiento indebido y tan dulce de la pareja.
_Buaj_declaró con asco Ignia. Sabía lo que decían esas miraditas raras entre sus padres, besar la boca del otro. En otras palabras, intercambiar saliva. En su opinión no había nada más asqueroso que eso y Zeref asintió en acuerdo ante el descontento de su primo. También le parecía asqueroso cuando sus padres intercambian salivas y después corrían en dirección a su habitación como si la casa estuviera en llamas y buscaran refugio. Él no entendía por qué lo hacían sino había ningún peligro. Mientras Natsu, solamente observaba todo el entorno prestándole atención como una águila, desde la cara de desagrado de su primo y hermano hasta el beso voraz de sus tíos. Lo único que pudo hacer Mavis fue reír por las expresiones y la situación en cuestión frente a ella. Su corazón se sentía extremadamente liviano, como una pluma y todo se debía a esta hermosa familia frente a sus ojos.

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Después de la señal dada por Zarel todos los dragones adoptaron su figura draki y sobrevolaron los cielos, surcando las nubes como si fueran algodones de azúcar. El paisaje fue un hermoso desfile de colores en escamas brillantes y vibrantes que nunca olvidaría. Entre ellos se habían marchado Igneel Dragneel y el pequeño Ignia, dando comienzo a las festividades. En la cultura de los dragones cuando estos salían a la guerra daban comienzo a los carnavales, ya que esto significaba que no temían a la derrota y que se alzarían dignos e imponentes sobre sus enemigos. Estos no significaban una despedida sino un hasta pronto para que partieran con optimismo y confianza. Después de todo lucharían contra los demonios que habían comenzado a salir de las grietas ínterdimensionales que dividían el plano terrenal con el infernal.
_Es tan precioso, es como una mini copia de Zarel_dijo Fiona sosteniendo a su sobrino embobada con esos mofletes y esos ojitos tan redondos llenos de inocencia.
En ese instante estaban en el balcón de los aposentos de la reina, disfrutando del atardecer. Incluso en el desierto el clima era fresco al caer la noche. El suave viento y la increíble vista que daba la altura hacían un escenario digno de contemplar. Mavis se sentía en paz, fue la primera vez en mucho tiempo. Estaban tomando el té y bocadillos. Se veían deliciosos los postres de fresas y chocolate, tanto que la hizo salivar por uno de ellos. Sin embargo Zeref no tocó ninguno mientras que el pequeño Natsu hacía un desastre de cobertura en sus mejillas al comer estas delicias. Los adultos degustaban con clase y elegancia disfrutando de la calma. Zarel sostenía la mano de su mujer con los dedos entrelazados como si la simple acción lo calmara y Fiona tenía una mirada nostálgica en su rostro. No era difícil adivinar la causa, extrañaba a su esposo e hijo.
_Quería marchar con mi hermano a los campamentos pero no me sentía a gusto dejando a Caira con Natsu solo, todavía es muy pequeño_dijo Zarel acariciando la mejilla regordeta de su hijo en los brazos de su cuñada.
_Te entiendo, sé que Ignia es un gran guerrero y que no correrá peligro en el Reino del Cielo pero mi corazón se siente pesado por ello_compartió los pensamientos e inseguridades que atormentaba a su corazón respecto a la seguridad de su hijo y Caira asintió correspondiendo su sentir.
_Temo el día en que mi precioso Zeref se marche de casa para construir su vida_quería monopolizar a su hijo por completo pero no era posible. Algún día conocería a su aghra y tendría hijos, no sería la prioridad de su amado primogénito.
_Madre, nunca los dejaré, ustedes tres son lo más importante de mi vida_sentenció él seguro y determinado a cumplir esa promesa. Sin embargo los tres adultos alrededor de la mesa se echaron a reír a carcajadas descartando la importancia de sus palabras. Nadie creería esas palabras tan serias y maduras de un niño de diez años.
_Oh, Zeref, eres tan adorable_dijo Fiona pellizcando sus mejillas. Su tía era una persona de mofletes al parecer.
_Ese es mi hijo_habló Zarel orgulloso de las palabras de su hijo mayor. Sería un adulto con sentido de responsabilidad y con determinación.
De esa forma comenzaron a enumerar las cualidades de Zeref alabándole y besándole el rostro. Mavis sonreía alegre al ver cuanto amor había recibido aquel niño de cabellos azabaches y ojos de cuervo. Mavis se sentía como en un hermoso sueño del que no quería despertar.
_¿Qué es eso?_Zeref frunció el ceño a una figura que apareció a la distancia que volaba en dirección al reino y después otras criaturas de esa misma clase se unieron creando una extensa barrera que ocultaba el sol.
Mavis que había estado absorta en las muestras de cariño por parte de los adultos que dedicaban al calmado chico de cabellos negros fue interrumpido por el tono curioso y molesto de este. Ella se volteó al mismo tiempo que los mayores mirando hacia donde señalaba Zeref. Una sensación ominosa se creó en su pecho al ver tal espectáculo de esas criaturas de aspecto desgarbado con alas de murciélago y sus chirridos que lastimaban sus oídos como una sonata caótica que anunciaba el final de los tiempos.
Mavis lo sabía, siempre despertabas encontrándose con la fea realidad.

~Caricia de Muerte~ Zeref y Mavis. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora