Cap. XIV

299 16 1
                                    

Se me había pasado ya un poco el horror de verme a mí mismo convertido en campeón del colegio, y su lugar empezaba a ocuparlo el nerviosismo a las pruebas a las que tendría que enfrentarse. La primera de ellas estaba cada vez más cerca.

Mientras tanto, la vida en el castillo se había hecho aún menos llevadera, porque Rita Skeeter había publicado su artículo sobre el Torneo de los tres magos.
La mayor parte de la primera página la ocupaba una fotografía mía, y el artículo (que continuaba en las páginas segunda, sexta y séptima) no trataba más que de mi y de mi familia. Odiaba ser el centro. El artículo de Rita Skeeter me retrataba diciendo un montón de cosas que no recordaba haber dicho nunca, y menos aún en aquel cuarto de la limpieza.

"Supongo que les debo mi fuerza a mis padres... Sé que mis abuelos paternos estarían orgullosos de mí si pudieran verme en este momento... Sí, algunas veces he buscado información sobre ellos, no me da vergüenza confesarlo... Sé que no puedo sufrir ningún daño en el Torneo porque ellos me protegen..."

Pero Rita Skeeter no se había conformado solo con eso, también había entrevistado a otra gente sobre mí.

"Finalmente, el hijo de Mattheo Riddle y Alexa Weasley ha hallado el amor en Hogwarts: Jacob Bletchey, su íntimo amigo, asegura que a Riddle raramente se lo ve sin la compañía de una tal Julieta Sallow, una muchacha de sorprendente belleza, nieta de muggles asesinados por el Innombrable, su propio abuelo..."

Mierda. Habían involucrado a Jules en esto. En el desayuno, mientras todos leían El Profeta, las miradas se posaban en nosotros, y los rumores se agrandaron cuando después de salir del Gran Comedor fui a buscarla.

- Jules.

Ella se dio vuelta de un tirón. Le vi los ojos, y pude notar de inmediato que esto le había afectado. Estaba preocupadísima por algo.

- Te juro que no tengo nada que ver con eso.

- Fue Bletchey, lo sé.

- Haré lo que sea para borrarlo. Mi padre trabaja en el Ministerio, capaz pueda-

- Ya está, Romeo. El periódico llega todos los días a mi casa. Mis padres deben de estar leyéndolo ahora mismo.

Me rasqué la nuca. No podía entenderlo.         
- ¿Tan grave es?

- Mis padres son amigos de los de Jacob. Nos conocemos desde pequeños. Siempre han querido vernos juntos, aunque yo siempre he dicho que no me gustan sus actitudes. Él se enteró de... nuestra amistad. Y me dijo que si no estaba con él... pues iba a hacer que todos se enterarán. Y ahora mis padres me van a matar. Y mi hermano.

Maldito Bletchey.

- ¿Y no puedes desmentirlo?

- Sí, supongo que pueden creerme pero...

- ¿Pero?

- No podríamos vernos más. Mi hermano estará más pendiente que nunca, y Bletchey también.

¡Carajo! ¿Por qué siempre todo tenía que salirme mal? ¿Por qué, una vez que era feliz, tenía que acabarse tan pronto?

- Romeo, perdóname...

Sacudí la cabeza.                                                  
- Esto no es tu culpa. Encontraremos la forma, ¿sí? Siempre tendremos el mapa del merodeador para ayudarnos.

Me sonrió, y parecía que todo volvía a la normalidad. Pero no era así. Ahora debía de verla a escondidas, debía de pasar por al lado de ella sin mirarla, debía de ignorar si alguien se acercaba a ella...

Era más importante que se sintiera cómoda, y si tenía que hacer todas esas cosas para que pudiese estar en paz con su familia; lo haría.

Procuré en enfocarme en el torneo. Seguía sin dominar los encantamientos convocadores; parecía tener alguna traba con respecto a ellos. Resulta extraño pensar que, cuando uno teme algo que va a ocurrir y quisiera que el tiempo empezara a pasar más despacio, el tiempo suele pasar más aprisa. Los días que quedaban para la primera prueba transcurrieron tan velozmente como si alguien hubiera manipulado los relojes para que fueran a doble velocidad.

Romeo & Julieta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora