Cap. XIX

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Alexa Riddle

Delphi había vuelto de la Universidad para celebrar Pascuas con nosotros. Mientras Theo prendía la parrilla en casa, ella y yo aprovechamos para bajar a la ciudad y comprar unas cosas que necesitaba para las clases.

El día más cálido de la primavera se dibujaba en un cercano y sueñoliento silencio, que se extendía por las grandes y cuadradas casas del pueblo. El césped que una vez fue de color verde esmeralda estaba seco y amarillo. Las ventanas estaban abiertas de par en par con la esperanza de tentar una brisa inexistente.

- ¿Haz sabido algo de Draco?

No me sorprendió su pregunta. Era lógico que todos estuviesen preocupados, incluso yo lo estaba. Me entristeció saber que no se comunicaba ni con ella, que al menos era su prima.

El asunto de Draco era algo sensible en casa. Al principio creí que se debía a que estaba enojado con Theo después de lo ocurrido en Hogwarts, pero habían pasado semanas de ese hecho y no había vuelto a llamar. Mi esposo intentó hablar con él, pero nada. A veces el orgullo puede demorar las cosas, pero ya me estaba preocupando no saber nada del hurón.

- No, ¿por qué?

- Pues, ¿por qué hace tiempo no lo vemos? Pensé que vendría a almorzar con nosotros, ya que Scorpius está en el colegio.

- Debe de estar ocupado con el trabajo.

Ojalá sea así.

Ella me miró desconfiada.           
- Sé que no es por eso, sino por la pelea. Lo que no entiendo es, ¿era para tanto?

Suspiré.

- Delphi, a veces los adultos nos enojamos sin sentido, o por el incorrecto. Ellos siempre han sido así, parecen unidos pero discrepan en muchas cosas. Así como ambas sabemos que son muy orgullosos, Draco se metió en algo que Mattheo no quería y con eso ya bastó para que se enojaran entre sí y bueno, revolvieran cosas pasadas.

- ¿Qué cosas?

Antes que pudiese responder, algo pasó con el día soleado. El conjunto de nubes sobre el cielo azul añil, se volvió de repente un campo negro, y el sol desapareció. El murmullo de los árboles se había ido. La calurosa tarde se tornó penetrante y fría. La oscuridad a nuestro alrededor era total, impenetrable, silenciosa, como si una mano gigante hubiera dado sombra al callejón entero, dejándonos ciegas. Giré la cabeza y miré a ambos lados, intentando ver algo, pero la oscuridad presionaba mis ojos como un peso velo.

- ¿Qué está pasando?

El frío era tan intenso que estaba tiritando; la piel se me había puesto de gallina y los pelos de la nuca se me habían erizado. Abrí mis ojos todo lo que podía, mirando a ciegas alrededor, sin ver nada. No era posible... Ellos no pueden estar aquí...

- Quédate en silencio y saca la varita.

Sacar a Delphi de ahí era la prioridad, ella nunca se había topado con uno.

- ¿Por qué hace tanto...?

Acababa de escuchar lo que me estaba temiendo. Había algo aparte de nosotras en el callejón, alguien con sus traquetes y roncos alientos. Sentí una horrible sacudida y me levantó temblando en el frío aire. Hubo un horrible chillido. Sentí deslizarme un frío helado, lo que sólo significaba una cosa. Había más de uno.

- ¡Lumos!

Delphi pronunció el hechizo automáticamente, desesperada. Centellas luminosas salieron de su mano derecha.

Una figura dominante, con capucha, estaba deslizándose suavemente hacia mí, quedándose suspendido en el suelo, ningún pie o cara era visible bajo sus túnicas.

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