Cap. VIII

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Romeo Riddle

Agarramos todo lo que compramos y, siguiendo al abuelo, nos internamos a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Se oían gritos, risas y retazos de canciones. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, y no podía dejar de sonreír. Cuando salimos del bosque nos esperaba un estadio colosal.

- ¡Asientos de primera! - dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar las entradas.
- ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.

Subimos la escaleras hasta encontrarnos con una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol.

Aparté los ojos de la cancha y miré por encima del hombro para ver con quiénes compartíamos la tribuna. Bueno, la mayoría de mi familia de sangre estaba allí. Y la que no lo era, eran amigos de la familia, como Blaise y Theo, los adultos más divertidos y raros que puedas conocer. Eran amigos íntimos de mi papá.

- Ah, ahí está Draco.

Me volví rápidamente. Los que se encaminaban hacia cinco asientos aún vacíos de la segunda fila, justo detrás del abuelo, eran
mi padrino, su esposa, Scorpius, Cissy y... Lucius. Fue un momento muy tenso. Los fríos ojos del señor Malfoy recorrieron al abuelo y luego la fila en que estábamos sentados.

- Arthur - dijo con suavidad - ¿ya tus hijos son dignos de pagarte una tribuna como esta? ¿O se endeudaron?

- Papá...

El señor Malfoy observó a Hermione, que se puso algo colorada pero le devolvió la mirada con determinación. Con la cabeza hizo un gesto desdeñoso al abuelo, y continuó caminando hasta llegar a sus asientos.

- ¿Por qué ese señor nos odia tanto?

- Porque derrotamos al sin nariz - comentó Blaise.

- ¿Pero cuantos años han pasado? ¿Por qué no lo supera?

- Cariño, siempre habrá gente muy rencorosa en la vida. Uno debe saber perdonar, no olvidar, pero si perdonar y pasar página.

Un segundo más tarde, el presentador llegaba a la tribuna principal. Sacó la varita, se apuntó con ella a la garganta y dijo:

- ¡Sonorus! - su voz se alzó por encima del estruendo de la multitud que abarrotaba ya el estadio y retumbó en cada rincón de las tribunas.
- Damas y caballeros... ¡bienvenidos!

Los espectadores gritaron y aplaudieron. Ondearon miles de banderas, y los discordantes himnos de sus equipos se sumaron al jaleo de la multitud. El enorme panel que tenían enfrente mostró a continuación: ARPÍAS: 0; PUDDLEMORE: 0.

- Y ahora, sin más preámbulos, permítanme que les presente a... ¡las mascotas del equipo del Puddlemore United!

Un centenar de veelas acababan de salir al campo de juego. Eran las mujeres más hermosas que había visto jamás. Las veelas se pusieron a bailar, y mi mente se quedó totalmente en blanco, sólo ocupada por una suerte de dicha. En ese momento, lo único que en el mundo merecía la pena era seguir viendo a las veelas; porque, si ellas dejaban de bailar, ocurrirían cosas terribles...

- ¡El que babee por ellas hoy no cena! ¡Te estoy mirando, Ronald Weasley. - demandó mi tía Hermione.

Cesó la música. Cerré los ojos y volví a abrirlos.

- Momentos donde no ser heterosexual es una ventaja. Dame cinco.

Theodore le chocó la mano a su esposo. A pesar de que a ellos por obvias razones no le afectaba, también noté que papá casi no se había percatado de lo sucedido.

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