Prólogo

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Romeo estaba en su cuarto año. Su hermano Newt continuaba en el colegio dos cursos más arriba, y Tom hacía ya un año que se había graduado. Se dedicó a estudiar alquimia después de tantos veranos pasar tiempo con Draco en su laboratorio.

El Riddle menor fue clasificado en Gryffindor apenas su cabeza tocó el sombrero, compartiendo casa con sus primos Hugo Weasley y Lily Luna Potter. Claramente, McGonogall quiso protestar al escuchar tales apellidos, pero no había nada que se pudiese hacer. A diferencia de sus pensamientos iniciales, ninguno de los pelirrojos provocaba problemas; sin embargo, Romeo... era un caos.

Su carcasa sombría, orgullosa y terca se había profundizado con los años. Se había vuelto rebelde, y no de la manera en que James Sirius Potter hacía sus bromas, esto era distinto. Siempre se lo veía en soledad, acompañado de su walkman y libros, no obstante, a diferencia de su hermano mayor, la soledad que mostraba era... intencional. Newt no estaba solo, y nunca lo estaría, disfrutaba de la compañía de los animales en vez de la de los humanos, pero Romeo evitaba interactuar con la gente... o por menos con la que le convenía.

No entregaba sus tareas, faltaba el respeto de los demás, y, aunque vivía en la biblioteca, saltaba de clases constantemente. Filch ya estaba cansado de tener que perseguirlo todas las noches, aunque fueron en pocas situaciones donde pudo comprobar que era él quien se había escabullido para robar libros.
Numerosas veces tuvo McGonogall que enviarle una carta a Mattheo y Alexa por su mal comportamiento. Cada una de esas ocasiones, ellos asistieron. Aún con su preocupación lo intentaron todo, sin embargo, nada lo enderezaba.

Ahora mismo se encontraba donde siempre, en una mesa apartada de la biblioteca escuchando música en el walkman y rodeado de libros de Herbología, porque, a pesar de no entregar con frecuencia sus deberes, siempre estudiaba para los exámenes, y siempre los aprobaba con notas altas demostrando así su inteligencia.

Se levantó, y caminó entre los estantes después de horas de estudio. Por la ventana de la biblioteca en el cuarto piso ya era visible la oscuridad de la noche.

Recorrió con su índice la estantería de madera, admirando la textura de los libros bordados y antiguos. Sus ojos celestes se toparon con algo interesante y cuando fue a ponerse firme para sacarlo, algo sucedió: no era el único con deseo de obtenerlo. Sacudió el libro de un lado a otro con intención de arrebatárselo hasta que por el breve instante en que pudo ver entre los lomos de los libros, observó una cabellera roja radiante con ojos de terquedad.

La persona detrás de la estantería empujó el libro inclinándolo con un ángulo agudo, golpeando la tabique de Romeo.

- ¡¿Qué te sucede?! - exclamó este tapándose la nariz adolorida con la mano.

- ¡Perdón!

El Gryffindor levantó la mirada, topándose con una muchacha de menor estatura que él, con unos ojos marrones y... una túnica verde.

- Agh, con razón.

La chica se dio vuelta con las cejas levantadas.
- ¿Disculpa?

Romeo le sonrió falsamente.
- Te perdono.

- ¡Eres un maleducado!

El Gryffindor ladeó la cabeza y apretó sus labios.
- Eso es un insulto hacia mis padres, no hacia mí.

Ella enrojecía de la supuesta furia.
- Grosero.

- Mejoraste tantito.

La chica lo miró con el ceño fruncido, puso los ojos en blanco e intentó retirarse, pero el brazo de Romeo la tomó por sorpresa.

Su sonrisa estaba ancha, reluciendo sus blancos y perfectos dientes.
- No tan rápido.

Ella miraba con enojo como la hacía perder el tiempo. Miró hacia abajo. Su mano continuaba en su antebrazo.

- Aléjate de mí.

Romeo ladeó la cabeza.
- No es como si quisiera lo contrario. - emitió una breve risa, y puso un ensamble serio y sombrío.
- Entrégame el libro.

- No, yo lo tomé primero.

- No creo que al profesor Slughorn le guste que tu puñetazo manche su reputación. Con lo duro que fue para Slytherin recomponerla... - chasqueó la lengua.

Ella sonrió, y Romeo pareció perderse por un momento en sus labios curvados.
- ¿A quién consideras que le creerán? ¿A mí o al chico que nunca se presenta a clases?

Eso lo distrajo.
- Espera, ¿estamos en el mismo año?

- Sí, Riddle.

- Oye no sé si eres fan mía o te gusto, pero eso qué haces en muchos lugares se considera acoso.

- Si tan solo tu cerebro fuera del tamaño de tu ego...

- Mira, te propongo algo. Me das el libro y no tenemos que volver a hablarnos en la vida.

- Cambio de planos: lo compartiremos. Estuve bastante tiempo pidiendo el libro a la bibliotecaria porque hay una chica en sexto que está obsesionada con él y al parecer, nunca deja de tenerlo en su propiedad. Vendrás aquí y lo leeremos, siéntate, empezamos ahora.

Y sin nada más que decir, alejó la silla de la mesa y se sentó. Levantó la mirada para verlo, impaciente; Romeo obedeció sin pensarlo, porque, si lo hubiera hecho, no sabría ni porque lo hacía.

La chica abrió el libro, poniendo a la vista la primera página. Cuando lo hizo, Romeo se acercó más a leerla.

- Es... es la letra de mis padres.

- ¿Qué?

- Sí, mira, me pusieron Romeo por este libro. Por alguna razón es importante para ellos.

- Es por la misma razón que quiero leerlo... por mi nombre.

- Te llamas ...

- Julieta.

Romeo & Julieta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora