Cap. X

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Mattheo Riddle

Ya nos habíamos despedido de los chicos en la estación, de Delphi antes de irse en la universidad y de Tommy, a quien le dieron el alta hace unos días y ya estaba en su apartamento. Al fin, en la esperada noche, estábamos a solas con Alexa.

Me encontraba en la cocina cuando, haciendo puntitas de pie, me tapó los ojos con sus manos.

- Pingui, tu y yo somos los únicos en esta casa, no creo que sea difícil adivinar quién eres.

- ¡Le quitas lo aburrido, tenía que darte pistas! - se separó de mí, quejándose.

- A ver, ¿que sorpresa me tienes?

- Cuenta hasta tres. - me tomó de las manos antes de obligarme a cerrar los ojos.

Se la veía muy emocionada. Suspiré, que sea lo que Scamander quiera.

- Uno... dos... ¡tres!

Sentí un revoltijo en el estómago. A los pocos segundos, choqué con un suelo duro de cemento.

- ¡Ay, lo siento, Theo, es la distancia más larga que hecho!

¿Qué? Miré a mis alrededores, no estábamos en el comedor de casa. Estábamos... ¿en París?

- ¿Nos desaparecimos?

¿Fue ella? ¿O habré sido yo sin querer? ¿Es la crisis de la mediana edad?

- Pues sí... - se la notaba un tanto avergonzada.
- He estado aprendiendo. Con Draco.

Agh.

- Te hubiera enseñado si me lo hubieras pedido.

- Quería que fuera una sorpresa para ti. Así no tienes que preocuparte cuando suceden cosas como en el campeonato de Quidditch.

Sonreí. Siempre pensando en los demás. Odiaba ser una molestia, como ella decía, porque si fuera de verdad una molestia, sería la molestia más hermosa del mundo.

Vaya romántico.

Volví a mirar a nuestros alrededores.
- ¿Por qué París?

- No lo sé, es la ciudad del amor por algo.

Pequeña pelirroja traviesa.

Me acerqué a ella y la tomé de la cintura.
- ¿Te acuerdas... cuando me dijiste que tenías más de un novio en la cuadra de Grimmauld Place?

Ella dejó escapar una risa.
- ¿A que viene eso?

- Ese día, prometí que te demostraría quién era el mejor; pero con todo lo de la ida al Ministerio nunca tuve la oportunidad.

- ¿Y sigues pensando que lo eres? - me rodeó el cuello con sus brazos.

Chasqueé la lengua y desvié la mirada. Me humedecí los labios y volví a verla.

- Siempre seré el mejor por ti.

Ella me sonrió antes de susurrarme.
- Demuéstralo.

Y bueno, el resto ya lo saben, esta no es nuestra historia.

¡Siempre nos dejas sin los det...!

!

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