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Escabulléndose entre los animales, con Darly persiguiéndole el rastro, Bee logró salir con éxito del Flamentáculo y se desvió de la depresión arenosa hacia la derecha para tomar un pasaje escondido que se encontraba cubierto de arbustos y abundant...

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Escabulléndose entre los animales, con Darly persiguiéndole el rastro, Bee logró salir con éxito del Flamentáculo y se desvió de la depresión arenosa hacia la derecha para tomar un pasaje escondido que se encontraba cubierto de arbustos y abundante herbazal.

Darly, quien llevaba los labios apretados mientras los latidos de su corazón eran como martilleos, notó que el camino llevaba hacia ninguna otra parte excepto al corazón del bosque.

Sus cejas se arrugaron y al instante se puso a la par de Bee.

—¿La casa del Sombrerero está... en el corazón del bosque?

Bee alzó la mirada hacia ella y asintió.

—Digamos que sí. Es muy bonita, de hecho. Solo espera a que lleguemos para que la puedas ver.

Darly no le respondió y siguió avanzando. Un leve dolor crujió en su estómago. Sabía que se encontraba nerviosa, y no tanto porque iría a conocer al Sombrerero y al Conejo Blanco, personajes que le parecían de lo más intrigantes, sino porque el camino se hacía cada vez más estrecho. Las plantas y flores a su alrededor se cerraban encima de ellas. Aquello hizo que el pánico hiciera por crecer, como si poco a poco le faltara el aire y el pecho le apretara.

«Camina, Darly. No estamos en el sótano», pensó, recordando los sucesos que dieron a luz a su inoportuno temor a la oscuridad y los espacios estrechos.

De repente, el pasaje se cortó y se abrió hacia un largo camino, inundado de árboles a cada costado. Algunos con troncos deformados, otros con hojas que expulsaban su longitud hasta rozar la tierra. Al ver la cantidad de follaje, Darly tuvo la sensación de que el día no era algo que tomara lugar allí dentro.

Bee se sacudió un poco y le echó un vistazo rápido a la redonda.

—¡Bienvenida al corazón del bosque! —anunció con una sonrisa—. Te daría un tour por el lugar, pero tardaría mucho, y no creo que quieras esperar más.

—¿No te da miedo caminar por aquí sin luz? —Darly la miró y abrazó su torso con los brazos.

—¿Miedo? No, no. Ya estoy muy acostumbrada a caminar por aquí. Hacia arriba y hacia abajo. Es pacífico, en realidad. Pero supongo que como eres humana, y además es tu primera vez en este lugar, debes estar aterrorizada.

Darly asintió con duda.

—Algo así. Le temo a la oscuridad, pero no a lo que pueda haber en ella, sino a lo que me pueda pasar sin suficiente luz.

—Curioso —interrumpió una voz exterior.

Darly se puso alerta y, con terror, echó a mirar las siluetas de los árboles a su alrededor. Un rayo de sol, que se filtraba por los árboles, dejó que pudiera observar a un gato acostado sobre la alta rama de un árbol.

Bee lo miró de refilón y bufó.

—Es una conversación privada —dijo ella.

Darly se volvió hacia Bee.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora