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Las escaleras hacia el segundo piso rechinaban con la presión de los pasos de Darly y Jack sobre los peldaños

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Las escaleras hacia el segundo piso rechinaban con la presión de los pasos de Darly y Jack sobre los peldaños. Las paredes a cada lado tenían sombreros colgados que subían y bajaban en zigzag. Afuera, la lluvia era ahora como suaves lágrimas que caían sobre la tierra viscosa y húmeda, y su sonido empezaba a desvanecer. Él iba un escalón delante de Darly, y ella, en la parte de atrás, sintió que tenerlo adelante era semejante a estar frente a un árbol.

«Pero qué alto».

Los animales todavía conversaban en la sala, y aunque Jack les había dicho lo que iban a hacer y que solo demorarían unos minutos, ellos no habían prestado mucha atención. Bee fue la única que había respondido con un «Bien, pero no se demoren mucho, por favor. Polly me está mirando raro».

—¿Es porque tienes miedo? —le preguntó Jack a Darly. Ya estaban llegando al último escalón.

—¿A vivir sola? No, en lo absoluto.

Al llegar al segundo piso, se abrieron a un pasillo horizontal que contenía tres puertas sucedidas. Darly movió un poco el fleco de su frente para observarlo todo. No esperaba encontrarse con mucho, y eso había obtenido. El segundo piso no tenía nada más que las tres habitaciones. El suelo también era de madera, en medio del pasillo había una bombilla sostenida del techo y cada extremo del pasillo tenía una ventana ornamental pequeña por donde pasaba la luz del exterior. Igual que abajo, olía a menta y a canela, y se notaba un poco el olor a chocolate, pero lo que no se sentía era ese calor confortante que circulaba en la sala.

«Esto aquí está solo».

—No es muy grande, pero es suficiente para mí —dijo Jack, viendo cómo Darly lo examinaba todo. Su inspección empezaba a hacer que sonriera de los nervios. Levantó el índice hacia las puertas—. La de la izquierda es el baño del segundo piso, la del medio es de huéspedes y la de la derecha es la mía. ¿Quieres pasar?

—¿A dónde?

—Bueno, no creo que te interese ver el baño ni mi habitación —se rió—, pero si quieres, te enseño la de huéspedes. Es la que da al balcón.

Darly asintió.

Jack la guió hasta la puerta y, poniéndose delante de ella, giró el pomo. Empujó y extendió su mano hacia el interior.

—Puedes pasar.

Entraron en una habitación simple y sencilla con paredes de un color blanco sólido. Tenía una cama de madera del lado izquierdo, un armario enfrente de ella y una alfombra peluda en el suelo. Y, resaltando entre todo lo demás, se encontraba la puerta traslúcida que daba al balcón en el fondo. Era la única fuente de luz en toda la estancia, ya que la bombilla estaba apagada.

—Créeme que esta casa es bastante grande para una persona. —Se acercó a la cama y puso su mano en el soporte del piecero, mirando a Jack dejar la puerta medio abierta. Sintió sus hombros destensar—. La de mi madre y la mía es parecida, y siendo dos personas, nos sobra mucho espacio. Ahora tú que eres uno solo...

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora