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Darly se despertó con una sensación inusual en el cuerpo

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Darly se despertó con una sensación inusual en el cuerpo. Había vuelto a tener un sueño extraño como el de la otra vez, y, nuevamente, no eran sus ojos los que veían. Recordaba estar arrodillada en un suelo de mármol, rodeada por un círculo de personas a las que no alcanzó a verles el rostro. No hallaba otra sensación para sentir más que el miedo y una profunda decepción hacia sí misma. Su cabeza estaba gacha, y extendiendo las manos, observó los dedos largos que se le asomaban.

Sentada en la cama, Darly no supo en qué pensar. El corazón le palpitaba con aceleración mientras analizaba lo que había tomado evento dentro de su mente. Era la segunda vez que tenía ese tipo de sueño, no lograba identificar qué significaba y lo único que podía asegurar era que se trataba del mismo espectador, solo que en ocasiones diferentes. Tragó fuerte y volvió a preguntarse si es que debía mencionárselo a Jack.

Se dirigió hacia el baño y realizó todo su procedimiento al levantarse. Sentada en el retrete, respingó cuando recordó algo a lo que no le había prestado atención en todo ese tiempo: su menstruación. Sabía que cuando había caído por la conejera era principios de mes y ella comenzaba a menstruar a mediados, así que, técnicamente, debía estar sangrando en ese momento. La cuestión era que no lo hacía. Y que estaba segura de que eso se debía a estar en un lugar donde nada funcionaba correctamente.

«Punto para el País de las Maravillas».

Cuando hubo bajado a la sala, el vacío del silencio la recibió y se fijó en el reloj en la cocina: eran apenas las seis de la mañana. El sueño se le había esfumado y todos estaban durmiendo, así que hizo algo que jamás había hecho antes a esa hora. Abrió la puerta de la cabaña y salió por ella.

Los árboles a su alrededor la saludaron, amistosos, mientras el cielo apenas empezaba a aclarar. El aire se sentía frío y el sonido de los pájaros era una armonía constante que rellenaba sus oídos. La mesa, ahí delante, estaba quieta y sin ninguna comida encima de ella.

Se quedó un tiempo inspirando el aire, relajándose hasta que el sol tomara posesión, y luego caminó hacia la entrada del terreno de la cabaña, adentrándose en el bosque. Estaba segura de que no debía hacerlo, pues Jack le expresaba abiertamente que no anduviera sola, pero ella solo buscaba activar sus piernas y liberar la mente, así que no le tomó mucha importancia.

La soledad le erizó los pelos y la escasez de luz le empezó a apretar el pecho, pero se aventuró solo un poco por el camino. Mientras sus pasos avanzaban, el entorno se mantuvo quieto hasta que a su izquierda se abrió de repente un camino largo, del cual emanaba una luz al final. La observó por unos minutos y, decidida, entró para ver de qué se trataba.

Darly se introdujo en un pequeño jardín, poblado de pequeñas flores de tamaños diminutos y otras de largos exuberantes. El suelo bajo ella era de un césped demasiado acolchonado, lo que hizo que se quitara los zapatos que había tomado prestado de Jack y se apresurara a tocarlo, sintiendo de inmediato la suavidad contra ella.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora