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Nota: El capítulo es pesado y contiene bastante información sensible, razón por la que tuve que dividirlo en dos. Recomiendo leerlo con paciencia.

Darly se quedó petrificada ahí, en el suelo, sin la menor idea de cómo reaccionar

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Darly se quedó petrificada ahí, en el suelo, sin la menor idea de cómo reaccionar.

El corazón le empezó a latir con fuerza y su mente se dirigió de forma inmediata a la impotencia. Después de todo aquello, no quería estar cara a cara frente a él y tener que recurrir a la indiferencia, porque le había ofrecido una oportunidad para hablar y él simplemente la había descartado. Y, sin embargo, algo dentro de su cuerpo vibró. No podía negar que, sepultado bajo esa maraña de pensamientos, había deseado que Jack la buscara y rogara por su perdón.

Así que, mientras los gritos incrementaban afuera y cada vez se hacían más distinguibles, no hizo absolutamente nada. Evitó secarse las lágrimas o hacer un intento para pretender que no estaba hecha un desastre. Eso sería, creía ella, darle una imagen a él de que sus acciones no habían traído consecuencias, y Darly, como sabía que eso no era cierto, quería que él lo viera todo con detalle y se sintiera vil por haberla dejado abandonada.

Volvió la mirada hacia el suelo y notó cerca el pequeño charco de su vómito. Pestañeó sin la mínima importancia y movió los ojos hacia sus pies.

—¿Darly? —Vio por el rabillo del ojo la sombra frente a la ventana. No hubo movimiento por unos segundos, en los que supuso que él debía estar haciendo el mejor intento por identificar qué había dentro de la cabaña, hasta que, de repente, se abalanzó desesperado hacia la puerta y entró acompañado de un candil con una vela adentro. Corrió hacia ella y, dejando el candil a un lado, se acuclilló con un fuerte golpe sobre la madera—. ¡Darly! Cielo santo, dime que te encuentras bien. Esa condenada lluvia me detuvo la búsqueda y tuve miedo de que te perdieras. Oh, Darly...

La envolvió entre sus brazos y la atrajo hacia su pecho.

Pero Darly ni siquiera le respondió el abrazo. Se quedó inmóvil, reacia. No había volteado a verlo desde que había entrado.

—¿Darly...? —La tomó por la barbilla y agarró el candil para iluminarle la cara—. ¿Por qué estás...?

—¿Qué? —sentenció ella con una voz cortante.

—Yo... —vaciló, conmocionado—. Déjame explicarte... Créeme que no es lo que piensas, Darly. No lo hice porque deseé hacerlo.

—Ah, ¿no? —Darly apretó los dientes—. ¡¡¡¡Eres un maldito hijo de puta, Jack!!!!

Y se abalanzó sobre él, tumbándolo en el piso. Hizo lo que pudo para golpearlo en el pecho y las extremidades, en el torso y en la cara, pero no tenía la fuerza suficiente. Gruñó con tal enojo cuando vio que él no hizo nada para detenerla y estaba ahí, quieto, como si supiera que era lo que se merecía. Le cacheteó las mejillas y, de la inmensa rabia que tenía, comenzó a llorar. Dejó de tirar manos y se apartó de encima de él.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora