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Darly abrió los ojos y en lo primero que pensó fue en la hora

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Darly abrió los ojos y en lo primero que pensó fue en la hora.

Buscó a Jack con la mirada, pero no halló rastro de él, así que, entre movimientos nerviosos, agarró una muda de ropa de las que metió en su mochila y se la colocó encima. Aprovechó para sacar su cepillo de dientes y la pasta, se limpió el interior de la boca y luego sacó su botella de agua. Sin esmerarse siquiera en arreglar un poco su cabello o ajustarse adecuadamente la ropa, salió a suma velocidad y se encontró con el montón de animales abandonando las carpas y regresando hacia el círculo de piedras.

«¿Qué está pasando? ¿Y en dónde está Jack?».

Caminó hacia la parte trasera de la carpa, tomó agua e hizo gárgara mientras alzaba su vista y observaba el cielo teñido de un leve dorado.

«Apenas está amaneciendo. Bien», pensó para sí misma, pero de inmediato otro pensamiento la atacó. Se suponía que obtuviera otra prueba ese día, pero no había tomado en cuenta que no iba a encontrarse en la cabaña y que nadie estaría dormido. ¿Cómo pretendía salir a investigar, cuando lo más probable fuera que, al regresar, todos se dispusieran a empezar con el día?

Aunque otro pensamiento mayor se absorbió todo lo demás: los sucesos de la noche anterior. Recordó los toques, la necesidad de más, los sonidos y la excitación que la inundó por completo. Había ansiado eso desde el remanso, donde nada había sido profundizado, y al pensar en que por fin había tenido a Jack de una manera más íntima, le ocasionó pequeños destellos en el vientre. Todavía no había completado la intimidad con él, sí, pero creía que eso le bastaba por el momento.

Al terminar, miró por un instante hacia los árboles que había más adelante. Filtrándose a través de ellos, la luz bajaba y se mecía como polvo dorado en el aire. Todo le pareció tan normal, tan simple, hasta que empezó a notar algo distinto. Uno de los árboles había empezado a vibrar, como si su color se desvaneciera y volviera a reestablecerse en un vaivén que no cesaba.

Hundió sus cejas y se talló los ojos.

Pero cuando volvió a ver, toda la fila de árboles había desaparecido.

—¡Pero qué carajos...!

—Buenos días, Darly. —Jack apareció a su costado con una voz rasposa de recién despertado y una sonrisa. La rodeó por los hombros y le plantó un beso en el cachete—. Incineraremos la carpa.

Darly se obligó a apartar su vista de los árboles y voltear hacia él.

—¿Qué?

Él se echó a reír.

—Solo bromeo. Pregunté y me dijeron que las carpas se renuevan solas, pero como sería... extraño... dejar la nuestra aquí después de lo de anoche, los convencí para que me dejaran llevármela. —Se movió hasta la entrada de la carpa y entró. Darly lo imitó, no sin antes volver a ver los árboles y notar que estos habían regresado a la normalidad. Hizo una mueca con los labios—. Recojámoslo todo y regresemos. Nos espera otro gran día.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora