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—¿Entonces ubicó a la llama? —preguntó Amethyst

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—¿Entonces ubicó a la llama? —preguntó Amethyst.

El séquito del príncipe de Alpenglow se encontraba en medio de una reunión improvisada que este había convocado, apenas había pisado Alpenglow, luego de haber salido del reino para embarcarse en un viaje alrededor del planeta que había dado inicio al plan.

Las cinco sillas de aquella mesa del comedor de su cabaña correspondían a cada uno: Él mismo, la bruja, Lula, Gervo y el pájaro azul (el único que estaba parado sobre la misma mesa) que se posaba en el árbol fuera de la cabaña y, apenas comenzado su exilio, le había ayudado a aclarar varias cosas de su plan el mismo día en que lo había concretado. El príncipe lo había invitado a unirse al plan, y él, negándose porque creía que era mucho para un animal de su poca altura, terminó uniéndose para satisfacerlo.

El suspenso era un gas maligno en el aire en aquel momento. Gervo y Lula, quienes habían acompañado al príncipe en su viaje, se miraban entre ellos, el pájaro trataba de mantener su vista hacia abajo y las únicas dos personas presentes se observaban fijamente.

—Luego de idas, venidas y vueltas por distintos lugares, creo que sí —le respondió el príncipe, inclinado hacia la mesa y con las manos entrelazadas. El cabello le caía sobre los hombros, un tanto despeinado, y usaba un atuendo que asemejaba a la ropa que usaban los humanos y reflejaba su sutil musculatura. Eso le daba un brillo natural, pero nada podía acaparar la esplendidez que emanaba—. Jamás creí tener que interactuar con tantos humanos..., y supongo que mis amigos aquí tampoco. —Volteó hacia Gervo y Lula.

—¿Qué se sintió tomar forma de humanos por ese tiempo, chicos? —Amethyst se dirigió a los camaleones.

—Terrible —respondió Lula y Gervo asintió con fuerza—. El cuerpo de los humanos es raro, Amethyst, no nos des esa poción más nunca. Y tener que actuar y hablar como ellos y con ellos es incluso peor.

La bruja se rió.

—Lo sé y ya no será necesario. —Cambió su mirada al príncipe—. ¿Entonces los expedientes le funcionaron?

—Afortunadamente —respondió él—. Por suerte también tenían escrito a las personas cercanas a ellos. Como te mencioné, nos dividimos y empezamos a rastrear a cualquiera que los pudo haber conocido para que nos proporcionara información de sus vidas, creando entonces una escalera que nos llevó a la que, creemos, es la última persona en pie. 

—Dioses, eso es increíble. —La emoción en los ojos de Amethyst rebosaba—. El último descendiente del humano afectado por nuestra leyenda...

La tensión de aquella palabra flotó en el aire.

—¿Q-qué haremos ahora? —preguntó Gervo con la voz temblorosa.

—Ahora empieza la segunda parte del plan —respondió el príncipe, sonriendo—. Y para hacerlo les entregaré esto...

Levantó cinco folletos de su regazo y se los extendió a cada uno.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora