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Algunas ramas y hojas se le pegaron a Darly en el rostro mientras daba los pasos más anchos que podía

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Algunas ramas y hojas se le pegaron a Darly en el rostro mientras daba los pasos más anchos que podía. Maldijo no ser tan alta como él y tener las piernas lo suficientemente largas como para correr a su velocidad, pero no se detuvo en ningún momento. Mientras el top colgaba de una de sus manos, intentaba con la otra cubrirse ambos senos para evitar que rebotaran.

«Lo mataré. Juro que voy a matarlo».

El sudor mojaba su cara, los pies le ardían y el esfuerzo la puso roja. La última vez que corrió de tal manera había sido cuando persiguió a Lancelyn para caer por aquella conejera, y no es que tuviera el cuerpo apelmazado por algún tipo de sedentarismo —si se la pasaba el mayor tiempo fuera de su casa, rondando y pretendiendo que tenía una vida donde su madre no existiera y solo se limitara a hacer brazaletes en los terrenos alrededor—, sino que simplemente no se encontraba acostumbrada a hacer intensas carreras como esa.

Al parecer, Jack pretendía regresar a la cabaña, pues estaban transcurriendo por el mismo camino que habían tomado para llegar hacia el remanso, pero no era esa su mayor preocupación. El nudo consistente en su garganta le hacía saber que se sentía avergonzada y sucia. No se arrepentía de lo que había pasado, porque lo había ansiado hasta la médula y deseado hasta el cansancio, pero no pudo evitar pensar en que él se había arrepentido de llegar tan lejos con ella, y eso sí la hizo sentir mal, expuesta, vulnerada. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se abrió de una forma tan íntima con alguien, y cuando por fin se le dio la oportunidad de hacerlo con alguien nuevo, fresco y cuyos sentimientos eran reales, el resultado terminó siendo más que decepcionante.

Lo que más le dolía, sin embargo, es que él hubiera comenzado.

—¡Deja de correr, mierda! —Ya habían dejado las montañas atrás y estaban de nuevo en la semioscuridad del bosque, atravesando el camino que los llevaría de vuelta a la cabaña. Cada vez que él se apresuraba más, ella subía la intensidad y las plantas de sus pies dolían—. ¡Por favor, Jack!

Darly por fin vio la luz que emanaba la entrada del terreno. El muchacho se desvió e ingresó, y luego de un momento en donde ella se detuvo para ponerse el top, Darly lo hizo también. La recibió el resplandor del claro, iluminando la fatídica escena. No era mediodía y ya la merienda había terminado para ellos, pero los animales se encontraban todavía en el patio de Jack. Darly observó cómo Jack los ignoró a todos, entró a la cabaña y cerró la puerta tras él.

«Pero ¿qué carajos?».

Darly también los ignoró y echó a correr hacia la puerta. Intentó abrirla, pero estaba trancada. Una corriente de rabia le recorrió el cuerpo y la aporreó tres veces.

—¡¡¡¡Abre la maldita puerta, Jack!!!!

Golpeó de nuevo la puerta, pero nadie respondió.

—¿Darly? —Bee se acercó hacia ella. Cuando Darly bajó su mirada para observarla, notó que sus ojos oscilaban en pánico mientras la escudriñaba de arriba abajo y sus orejas estaban echadas hacia atrás. Una mirada que jamás le había dado antes—. ¿Qué pasó? ¿Por qué está alterado?

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora