o u n ʎ ɐ ʇ u ı ǝ ɹ ʇ

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A la seis de la mañana del día siguiente, Darly se encontraba en el patio de la cabaña

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A la seis de la mañana del día siguiente, Darly se encontraba en el patio de la cabaña. Iba con un abrigo prestado de Jack, una de sus faldas, las botas y su mochila con algunos implementos: botella de agua, cerillos, trozos de tela, su diario y una muda de ropa por si acaso.

En el tiempo que había pasado con su madre (después de mudarse), había aprendido un truco para despertarse temprano cuando la ocasión lo requería y no irse con la dulce corriente del sueño. A veces la alarma no era suficiente, así que requería de otros métodos para asegurarse que su propio cuerpo supiera que no debía dormir más. En el País, sin embargo, no contaba con alarma (o quizás sí había, pero nunca tuvo necesidad de preguntar por una), por lo que era necesario recurrir a las viejas técnicas.

La cuestión era que, antes de pegar el ojo, debía pensar repetidamente en que necesitaba levantarse temprano. Y no solo palabritas repetidas de manera aleatoria y sin persistencia; debía seguir un ritmo estricto mientras enumeraba hasta no recordar más.

Como un «Uno: Darly levántate temprano. Dos: Darly levántate temprano. Tres: Darly levántate temprano...» y así seguía hasta caer en la inconsciencia. No sabía por qué le funcionaba, pero le había sido suficiente para despertarse antes que Jack y Bee.

El plan constaba de estos pasos: Levantarse más temprano que todos, investigar menos de dos horas, escribir lo investigado en su diario y regresar con cautela a la cabaña para actuar como si nunca hubiera salido.

A Jack no le bastaron las peculiaridades que ella había notado como para considerar que en su País hubiera algo raro, así que ella pretendía salir cada día a recolectar, al menos, una prueba hasta tener cinco en total y poder armar una base concreta para ser capaz de convencerlo.

Solo esperaba que nadie lo notara y él no se diera cuenta.

El frío de las tempranas horas le erizaba la piel mientras se adentraba en el bosque. No tenía idea de a dónde aventurarse primero, pero pensó que quizás sería interesante volver al remanso y explorar qué había del lado opuesto a la montaña que había subido el día anterior. El problema era que no quería que el Gato la encontrara, así que se preguntó si correr le facilitaría el trabajo.

—Regresaste. —La silueta de dicho animal se apersonó a su lado.

«Genial».

—Sí... Todo está bien. Me fue a buscar y arreglamos las cosas. No es un loco como dices que es.

—Lo que tú digas. —Se rió él—. ¿Pero ahora a dónde vas? ¿Piensas escaparte de nuevo?

—No —objetó ella—. Jack dijo que hiciera una caminata mañanera diaria. Me serviría.

—Pero estás corriendo. En un abrigo y una falda. Y llevas una mochila.

Darly detuvo sus pasos y lo miró. Solo observó el resplandor de sus dientes.

Persuadida SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora