¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Bruno buscaba con desespero y prisa las llaves para desencadenar a Eren, encontrandolas en pocos segundos dentro de ese bolso negro que yacía a un lado de Historia. Mikasa cubría con sus brazos a la rubia para que la ráfaga de viento no se la llevara. Se acercó corriendo a su capitán y le entrega las llaves.
Elias y Jean se sujetan de las cadenas en sus brazos, mientras que Connie se tira al suelo junto a Bruno para liberar sus pies. Estaban nerviosos, el titán amenazaba con derrumbar toda la estructura y aplastarlos bajo tierra, el calor resultaba ser insoportable pero se las arreglaban para mantener la calma en una situación tan crítica.
—¡Déjenme! ¡Tienen que irse, capitán! —expresa el castaño con temor, observando incrédulo como ese grupo de amigos tan incondicional, incluso en esa situación tan peligrosa y al borde de la muerte, se sacrificaban por intentar salvarlo una vez más.
—¡Cierra la boca, idiota! —al menos, la mayoría mantenía la calma pero Jean se exaspera de solo escucharlo llorar y gritarles.— ¡Hay un titán y enemigos con armas de fuego!
—¡Está suelto! —exclama Connie con urgencia.
El gigante parecía crecer cada vez más, y por esa misma razón, el techo de aquella cueva subterránea comenzaba a ceder. Los primeros rastros de escombros cayeron a sus lados. El rubio coge del cabello a Eren para alejarlo de ahí, retrocediendo junto al resto para pegarse a la pared antes de ser aplastados por una enorme roca.
—¡Ese titán es más grande que el colosal!
Con la respiración acelerada busca alguna salida a su alrededor, pero no encuentra ninguna. Era cuestión de tiempo antes de que todo se derrumbara encima de sus cabezas. Muerde con fuerza su labio inferior, temblando ligeramente, siempre se veía envuelto en situaciones que podía resolver fácilmente y evitar soldados heridos, o muertos.
Pero resolver esas situaciones le costaba sacrificar no solo su vida, sino todo lo que había construido a lo largo de los últimos años.
«Si lo hago ahora. ¿Cambiarán la forma que me miran?» —se preguntaba con miedo. Pensaba en su hermano, en la mirada dolida de sus amigos, en las miradas acusadoras de sus capitanes y superiores.— «¿Qué pasará conmigo si toda la verdad sale a la luz?»
¿Pero eso importaba? Sencillamente hacia ya tiempo que se había mentalizado que, tarde o temprano, debía afrontar las consecuencias de sus actos. Pero era cobarde, y temía perderlo todo de nuevo, así que se aseguraba de atrasar ese momento lo más posible.
Limpia una gota de sudor que resbala por el costado de su rostro, la brisa caliente alborota su cabello rubio y los gritos de Eren siguen aturdiendole la cabeza.
—¡No tenemos escapatoria! —voltea a ver a todos sus amigos. Sus rostros expresaban el terror y la angustia que sentían. La frustración al pensar que, después de todo lo que habían logrado, sus vidas acabarían ahí mismo.
