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Despierta sudado y con la respiración acelerada, las sábanas se pegan a su cuerpo húmedo y sus mejillas empapada por las lágrimas que no lograba detener.

Se restriega el rostro, buscando espabilarse para confirmar que había sido todo producto de una pesadilla. Aquella que se repite cada noche desde que había heredado el poder del titán Omega.

—¿Hermano...? —somnolienta y confundida, Gabi se despereza en la cama con su cabello revuelto y desordenado, sin comprender por qué su hermano se despertaba cada noche.— ¿Estás bien?

—Si, pequeña. Sigue durmiendo, solo voy al baño.

Asiente para luego dejar caer su cabeza una vez en la almohada, volviendo a dormirse profundamente. Aparta las sábanas de su cuerpo y se dirige rápidamente fuera de la habitación en dirección al baño.

Enciende la luz y se mira al espejo un momento antes de enjuagar su rostro con agua fría. Esa mujer siempre le aparecía en sus sueños, siempre parecía querer decirle algo pero no lograba comprenderlo aunque pensara en ello día y noche.

Volvió a observar su reflejo, mientras el agua corría por el grifo. Las bolsas debajo de sus ojos ya eran parte de su apariencia habitual, al igual que el vacío opaco en sus ojos color ámbar. Ya no tenía esa expresión arisca y furiosa de siempre, sino que simplemente se mantenía inexpresivo lo que restaba del día.

Ya no peleaba con sus padres, respondía con monosílabos o simplemente con un movimiento de cabeza, asintiendo o negando. ¿De que serviría ahora revelarse contra sus padres? ¿De qué le serviría reclamar todo el daño que le causaron desde que nació? Ya había sido sentenciado a muerte, sus padres estaban demasiado ocupados exigiéndole que entrene el doble para ser el más fuerte.

Tenía que superar a todos, de esa manera no habría rival para él cuando los restauradores lo usen para liberar a su pueblo. Ese era el plan. Sus padres no parecían preocupados por saber que su hijo mayor tenía los días contados, que en tan solo trece años, deberían enterrar bajo tierra a su primogénito, dejarían sin compañía a su pequeña hermana. Abandonada en ese cruel, gris y egoísta mundo gobernado por adultos sádicos y hambrientos de poder.

Esa era su mayor preocupación ahora. ¿Cómo le decía a su hermana pequeña que en tan solo unos años la abandonaría? La dejaría a su suerte, sin nadie en quién confiar ni apoyarse. Porque ella solo lo tenía a él, sus padres ni siquiera se preocupaban por su alimentación.

Era Evan quien se aseguraba de que comiera todas sus comidas, de que aprendiera a leer y escribir. Fue él quien le enseñó a hablar y caminar, quien le enseñó el verdadero amor. Gabi jamás había conocido el amor de una madre ni de un padre, su hermano era todo lo que ella más adoraba. Lo único que tenía.

Y al rubio le aterraba tener que dejarla a su suerte, no era justo. Para nadie.

Mira sus manos, otra vez las veía manchadas de sangre. Al igual que su rostro y todo su cuerpo, estaba cubierto de sangre.

Abrió la ducha y se mantuvo bajo el agua tibia durante media hora, intentando dejar la mente en blanco por unos minutos para descansar, necesitaba callar los gritos desesperados, los gritos agonizantes de profundo dolor que surgían de lo más profundo de su alma. Aunque jamás nada salía de sus labios.

Al salir, mira el reloj de pared al pasar hacia su habitación nuevamente. Eran casi las cinco de la mañana, le quedaba una hora para descansar pero dudaba poder conciliar el sueño.

Abrió la ventana y se sentó en el marco, esperando su fiel compañía de cada madrugada. Una bola de pelos marrón oscuro se posa a su lado, alzando su cola en un gesto de alegría mientras refriega su cabeza contra su brazo.

❛SACRIFICE❜ ⸺ 𝗔𝗧𝗧𝗔𝗖𝗞 𝗢𝗡 𝗧𝗜𝗧𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora