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—¿De verdad van a...?
—Si, participaremos en la misión. —interrumpe a Eren.
Los novatos, aquella misma noche, se reunieron luego de la cena para conversar y ponerse al día. Había pasado casi un mes desde que Eren fue dejado a cargo del capitán Levi, el castaño estaba muy entusiasmado por ver a casi todos sus amigos allí.
—Eren, oí que intentaste matar a Mikasa cuando te transformaste. ¿Qué significa eso?
Las palabras de Jean vuelven a dejar un tenso ambiente en el grupo, Bruno se remueve incómodo, aunque no apartó la mirada del mencionado puesto que igualmente quería saber sobre aquel rumor.
—No, Eren intentaba matar una mosca. —se excusa la chica.
—No te pregunté a ti. —se acerca para enfrentarla.— Mikasa, esa herida de tu mejilla es bastante profunda. ¿Cuándo te la hiciste?
La mirada de todos recae en Eren, quien al principio se vio confundido para luego verse preocupado y triste. El rubio no puede evitar sentirse preocupado, y algo molesto. ¿Había sido él quien provocó esa herida en su mejilla?
—Parece ser que si intenté matarla cuando era un titán.
—Si te lo parece es que no lo recuerdas, ¿no? —el chico se coloca de pie al ver la angustiada mirada de Mikasa. Bajaba la cabeza para ocultar la herida detrás de la bufanda.— Es decir, hasta ahora no sabías nada de tus poderes de titán, y tampoco sabes controlarlos.
—Jean, suficiente. No es el momento de hablar de ésto.
—Si, es el momento. Dentro de pocos días saldremos en una expedición y se supone que debemos confiarle nuestras vidas a él. —señala al castaño.— ¿Oyeron? Así son las cosas. Seguramente moriremos como Marco, sin que Eren se entere.
—Jean, basta. —el rubio intenta detenerlo posando la mano sobre su hombro pero el chico lo aparta con brusquedad, golpeando su mano.
—¿De qué sirve acorralarlo ahora?
—Mikasa, no todos estamos dispuestos a morir por Eren por nada. Necesitamos saber para qué arriesgamos nuestras vidas. Si no, dudaremos en el peor momento. Necesitamos que nos dé algo a cambio, así que deja que estime si vale la pena jugarme la vida por él.
Bruno no pudo replicar, ni tampoco negar la verdad en sus palabras. Sus vidas dependían de Eren, de aquel poder que no sabía controlar y que aún, era desconocido y peligroso.
No podían culpar a Jean por pensar de esa forma. Es por eso que no intervino de nuevo cuando el ceniza lo sujeto de la chaqueta.
—Así que, Eren... más te vale hacerlo bien.
Elias no dejó en paz a Jean en lo que restaba de la noche. Incluso en el camino a su habitación, una amplia y atascada de literas que compartían tal cual como en el entrenamiento, el castaño se burlaba de la forma indirecta en la que Jean depositó su confianza en el chico titán.
