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Cuando el sol dio lugar al amanecer, hicieron un improvisado campamento en un bosque a las afueras del distrito de Trost. Sasha y Connie habían armado una fogata para poder calentar algunos alimentos y comer un poco para recobrar energías.
Bruno se había quedado junto a el capitán y el par de amigos mientras que el resto se había dirigido a la ciudad para conseguir más provisiones. Habían tardado alrededor de dos horas y media cuando por fin se dejaron ver sus siluetas entre los árboles.
—¡Capitán! Compramos suministros.
—Y también trajimos ésto. —menciona Armin entregándole un papel.— La policía militar lo repartía por toda la ciudad. Si es cierto... la legión está desmantelada.
—¿Qué? ¿Desmantelada? —el rubio se acerca al pelinegro, observando el dibujo que no le hacía justicia a su belleza natural.— Espera... ¿eso no significa que ahora somos...?
—Escuché que ésta tarde registrarían las montañas. —le interrumpe.— Hay controles en las carreteras principales y se necesita de un permiso para cruzarlos. Capitán, ¿qué haremos?
—Si no nos apresuramos, Eren...
—Cálmense. Ellos usan carros. —dice antes de que los muchachos se dejaran llevar por el pánico.— Tardarán un día en llegar a las tierras de Reiss. Tendremos que preparar un plan antes.
—Vaya... ahora no solo somos perseguidos por la policía militar, también somos unos criminales prófugos.
—Capitán. —llama la atención Sasha, colocándose de pie.— Escucho pasos. Vienen hacia aquí.
—Escuchen, ésto es lo que haremos.
Levi los reúne rápidamente, ordenando posiciones a cada uno para emboscarlos. Armin cogió las cubetas para dirigirse al río más cercano, uno que se encontraba en el camino por dónde Sasha había oído las pisadas. Sería tan solo un anzuelo para tenerlos justo encima de la trampa.
Fingiendo llenar las cubetas con agua, extiende sus brazos hacia arriba con lentitud cuando un par compuesto por un chico alto de cabello oscuro y una chica de cabello corto rubio le apuntan con sus armas.
—Voltéate despacio. —le ordena.— Eres de la legión, ¿no es así? Eso es, no alces la voz. Haz lo que te ordenamos y...
Sus absurdas palabras fueron interrumpidas por ambos pelinegros, quienes se abalanzaron desde lo alto de un árbol sobre ellos para atraparlos. Los inmovilizan con un brazo en sus espaldas y la otra alzando lejos las escopetas.
—Eso es, entreguen sus armas al que tienen delante. —ordena Levi con ese tono de voz profundo y tenebroso, capaz de hacer temblar a cualquiera.
—No alcen la voz. —dice el rubio cuando ya tenía las armas en su poder.
Desarmaron a los soldados de la policía militar, incluyendo sus equipos de maniobras y sus uniformes. Al final, los dejaron a un lado maniatados pero bajo vigilancia. Connie, Sasha y Elías vigilaban el perímetro, mientras que Jean y Bruno custodiaban al par con las armas que les habían quitado.
