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Esa misma tarde, todos abandonaron la cabaña para acompañar a Eren y al capitán Levi durante el experimento de Hange.
Bruno, por primera vez en varias semanas, pudo abandonar la cabaña para respirar y disfrutar del aire libre. Le había insistido mucho al capitán hasta que logró convencerlo, en otras circunstancias, se habría quedado tal vez junto a Sasha preparando la cena y alistando la leña para prender el fuego en cuanto se pusiera el sol.
Quería desestresarse de los labores del hogar, si bien no era algo que usualmente le fastidiaba porque su madre le había enseñado a hacerlo casi como algo natural, era muy diferente cuando únicamente eran su hermano y él, ahora debía hacerse cargo como un hermano mayor a cargo de ocho niños.
Jean y Mikasa, junto a otros dos soldados de la legión que acompañaban a Hange, se encontraban montados en sus caballos rodeando el titán de Eren. Por seguridad, estaban atentos a cualquier comportamiento raro del chico durante su transformación, si no lograba controlar a la bestia, deberían intervenir por órdenes directas del capitán Levi.
Hange se mantenía a un lado de Levi, charlando sobre los avances y observaciones mientras Moblit, el subcapitán de su escuadrón, anotaba todo lo que alcanzaba a entender.
Elias se encontraba al borde del acantilado, junto a Connie y Sasha gritándole ánimos a Eren, a pesar de que el capitán los había mandado a callar varias veces, éstos volvían a realizar las mismas acciones sin miedo.
El rubio se encontraba junto a Armin, justo detrás de los capitanes, pero el mayor de ambos se hallaba recostado en el césped, admirando el cielo rosado con tonos anaranjados producto del atardecer. Las copas de los árboles emitían un ligero sonido relajante que lo transportaban a lo más profundo de su mente, junto a la brisa que acariciaba su rostro brindándole frescura pura y por primera vez en mucho tiempo, un sentimiento de paz.
Uno que hacía tiempo no saboreaba, pero que poco duraba, sus pensamientos automáticamente lo bombardeaba con recuerdos. La mirada de Bertholdt, sus súplicas, palabras de Reiner que jamás había podido olvidar. La cristalización de Annie también le preocupaba, no sabía cómo resultaría eso, llevaba casi dos meses encerrada aún y no había forma de sacarla de allí.
Y como si no tuvieran preocupaciones suficientes, el hecho de haber encontrado un titán dentro del muro alteraba demasiado a todos. Porque con ello se daban cuenta que no sabían absolutamente nada de nada. Eran un pequeño grano de arena que habitaba en este inmenso mundo, eran ignorantes sobre la razón de muchas cosas y el por qué de otras. Su simple existencia resultaba un enigma.
Suelta un suspiro, sacude su cabeza en un intento por alejar aquellos pensamientos innecesarios de su cabeza, tenía que hacerlo o la angustia volvería a crecer en su pecho. Y con ella, su ánimo se iría a los suelos, comenzaría a aguantar las ganas de llorar al encontrarse frente a todos y por ello tendría que soportar un doloroso nudo en la garganta.
