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El ambiente que rodeaba a los sobrevivientes de la legión era tenso, silencioso y cargado de angustia. Los muertos aumentaban cada vez más en cantidad, algo inevitable al exponerse a los peligros de la libertad; pero aquella expedición en particular había golpeado con fuerza el orgullo de todos ellos. En especial el de los novatos.
Bruno acaricia el cabello plateado de su hermano antes de levantarse del suelo, llevaba varios minutos identificando los cuerpos que habían podido recuperar. Se dirige a la pelinegra, la cual miraba con preocupación y angustia al cuerpo de Eren que yacía descansando en la carreta, cubierto por su propia capa de la legión.
—¿Te encuentras bien? —le pregunta por lo bajo, y siendo cauteloso con sus palabras.— Me preocupé un poco cuando Armin me dijo que fuiste junto al capitán Levi en busca de Eren...
Mikasa asintió, dándole una corta mirada.
—Ya despertará. —la consuela con un abrazo por encima de los hombros, regalándole una sonrisa.— Será mejor que descanses un rato antes de retomar el camino a Karanese. —le tiende una barra de cereal que logró conseguir de los suministros, intentando animarla.— Come un poco para recobrar fuerzas, ayudaré al resto a cargar los cuerpos a las carretas.
—Bruno... —lo detuvo tomándolo del brazo. Esconde su rostro debajo de la bufanda.— Gracias por cuidar de Armin.
El mencionado tarda en responder, pero lo hace con una sonrisa.
—Fue mutuo, es un chico valiente. —afirma. Acaricia su cabello antes de dirigirse junto a Jean.
Y en silencio se une a él, comenzando a cargar los cuerpos envueltos en sábanas blancas encima de las carretas. Varios suspiros se escapan sin poder controlarlo, siendo una imagen a la que deseaba no tener que acostumbrarse, pero resultaba imposible. Cada expedición podía ser la última para él y para sus amigos, para todos en realidad.
En territorio enemigo y frente a los titanes, no hay nadie tan fuerte ni valiente que pueda salvarse. Un error y estás muerto. Así era la realidad en la que vivían, un mundo cruel dónde debías aislarte del exterior o morir en el intento.
No podía dejar de pensar en tantas cosas a la vez, el titán que se escapó, sus compañeros heridos y otros fallecidos, las miradas acusadoras de los civiles cuando regresaran con menos de la mitad. En cómo morirían sus compañeros, si su muerte sería lenta y dolorosa, o tendría la suerte de morir en paz; sin arrepentimientos o sin miedo.
Ciertamente se sentía paralizado al pensar en su vida como soldado, sintiendo que el tiempo pasa y ésta se va haciendo más y más vacía, las ausencias notandose aún más. Terminando por quedarse solo, sin amigos y sin su hermano. Si eso alguna vez llegara a ocurrir, no pretendía seguir con vida.
Porque, su única motivación a seguir luchando eran sus amigos, aquellos que anhelaban la libertad, un mundo mejor, un futuro seguro para vivir como siempre desearon. Sin murallas ni límites, como aves libres que vuelan por el horizonte hasta la puesta del sol.
