No darle importancia a Chou.

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- No, mamá. No voy a hacer eso.

Era viernes por la tarde y Sana se estaba preparando para recibir a sus amigos en el apartamento. Llevaba varios días sin verlos y a Dahyun y a ella se les había ocurrido invitarlos para pasar el rato. Por eso, mientras Momo terminaba las cosas en la oficina, la rubia se dedicaba a preparar varios bocadillos, ordenar un poco el lugar, y a mirar cada dos por tres la puerta para ver si Tzuyu se dignaba a aparecer, entre otras cosas. Estaba a punto de empezar a preparar aperitivos cuando su madre llamo y, ahora, ya llevaba mas de media hora conversando con ella.

Tanto su madre y su padre estaban al tanto de todo lo que había pasado con Tzuyu y si bien su padre se mantuvo al margen de toda opinión, Jihyo se había vuelto abanderada de la castaña.

- He dicho que no, madre -usaba términos que demostraran la falta de paciencia con el tema-. No quiero hablar con Chou, así como se ve que a ella no le interesa hablar conmigo. Y lo digo porque evidentemente esta evitándome. Desde que la vi en su estudio no hemos vuelto a hablar, solo compartimos el domingo que fuimos a ver a Lía y... -se ve que cuando nombro a la niña su madre dijo algo-. ¿Viste las fotos que te envié? ¿viste lo hermosa que es? -una sonrisa aparecía en el rostro de Sana-. Si vieras lo celosa que se puso Tzuyu cuando Lía vino corriendo a abrazarme primero. Juro que todas sus caras son adorables... -ups, eso se te escapo rubia-. No, las de Tzuyu no, mamá, las de Lía -suspiro y se aplaudió internamente por su inteligente salida-. Por supuesto que le di el regalo que tu y papá le mandaron, pero la hermana Seohyun no quiere que hagamos tantas diferencias con los otros niños, así que la próxima vez acuérdate del resto -se habían ganado una gran reprendida por llevar regalos solo para Lía-. Si, mamá, me acorde, pero no le puedo pedir a las monjas que recen para que papá tenga que dejar de tomar la pastillita azul y recuérdame mandarte el cheque de mi terapeuta -no es una conversación que alguien quiera tener con su madre.

Sana suspiro ante la próxima pregunta.

- Te dije que no hemos hablado. Tzuyu se la pasa fuera de casa. Cuando llega se encierra en ese maldito cuarto que tiene y no sale hasta que todas nosotras estamos acostadas. Cuando me levanto duerme plácidamente -su mueca hizo una mueca divertida.

Se estaba haciendo costumbre para la rubia desayunar mirando a Tzuyu dormir. La castaña tenia millones de poses y, para colmo, estaba inundada de almohadones. De hecho, mas de una vez a la rubia le pareció que uno de esos se había metido entre las piernas de la castaña y tanto a ella como a la bailarina, tonteaban imaginando que el supuesto almohadón era un gran pene que Tzuyu ocultaba. Una sola vez, cuando Momo también vio el almohadón ocupando ese lugar, Sana alcanzo a escuchar que la japonesa murmuro: "lo único que falta, la rarita con un rarón entre sus piernas". Las tres rieron tapándose la boca para no despertar a la castaña.

- No, mamá, y es la ultima vez que quiero que me pidas lo mismo, no voy a intentar hablar de nuevo con ella, ni tampoco quiero saber mas nada de su vida. Si las cosas siguen así, esta situación va a durar menos de lo que pensaba -al parecer todo iba bien en la inversora-. Así que adiós a este apartamento y adiós Chou -afirmo, sintiendo como alguien golpeaba la puerta-. Bueno, mamá tengo que dejarte, ad... si, ya te he dicho veinte veces que las tres vamos a estar en tu mega fiesta de aniversario -Sana giraba los ojos mientras les abría a sus amigos y los hacía pasar, haciéndoles señas de que estaba hablando con su madre al teléfono-. Si, madre, ya reservamos los pasajes, dile a papá que lo quiero. Adiós -fin de la conversación y un largo suspiro por parte de la rubia.

Sana se recostó un momento en la puerta, y con su mirada en sus ruidosos amigos, se abstrajo por un momento en sus pensamientos. Claramente la misión: "dejar de darle importancia a Chou" estaba fallando. Desde que hablo por ultima vez con la tatuadora, no había podido sacársela de la cabeza. Incluso había tratado mil veces de quedarse a solas con la castaña, pero era imposible, solo Lía hizo que se juntaran y durante el tiempo que compartieron, solo hablaba Sana con Lía o la pequeña con Tzuyu. La castaña esquivaba hasta con la mirada a la empresaria. Ay, Dios, como extrañaba Sana ese mirar, torcer y abrir.

No soy para ti - SATZUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora