La presidenta.

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Tzuyu siguió amándola hasta que Sana alcanzo su cuarto orgasmo de la noche. La castaña se había encargado de haberla recorrido toda y de que no quedara centímetro de su piel sin reclamar como propio. Pero, ahora, en un tiempo de descanso, la castaña estaba sorprendida por lo que Sana le estaba diciendo.

- ¿Nunca, nunca? -pregunto, incrédula y mirando a la pelirroja que descansaba en su pecho. Sana todavía agitada y con los ojos cerrados, agito la camisa para negar-. ¿Nunca más de un... nunca más de uno? -hizo la pregunta completa y volvió a tener la misma respuesta-. ¿Estas se...?

- Tzuyu... -Sana no quería escuchar mas la misma pregunta-. Bésame por favor -pidió.

Se fundieron en un abrazo de piel ardiente, muslos entrelazados, bocas sedientas y con los ojos cerrados y manos sin vergüenza. Sana deslizo su propia mano entre los cuerpos y sorprendió a la castaña al sujetarle el miembro. Tzuyu se arqueo y gimió como si la hubieran herido de muerte. Su pene creció en la mano de Sana mientras se profundizaba el beso y los dedos de Tzuyu separaban los labios de la vagina para hurgarla. No hallaban la saciedad, no existía fin.

- Quiero ponerme sobre ti -dijo la pelirroja.

Tzuyu sonrió.

- Puedes hacer conmigo lo que quieras -le dijo entregada.

Con mucho esfuerzo, se levanto del sillón y busco otro condón; agradeciendo haber estado preparada para esa noche. Volvió a Tzuyu y le coloco el preservativo bajo su atenta e intensa mirada. Cuando se acomodó, volvió a sentirse nerviosa por el tamaño de la chica.

- Ayúdame -le dijo suavemente a la castaña y esta no dudo en seguir su indicación.

La ayudo a acomodarse y a deslizarse sobre su pene duro y caliente hasta que el cuerpo de Sana lo trago por completo, el rostro de Sana paso del dolor al placer en milésimas de segundos. Poco a poco, Sana se iba meciendo sobre Tzuyu e iba encontrando el ritmo correcto.

Por su parte, Tzuyu no atinaba a nada, se limitaba a admirar a la mujer que estaba sobre ella. Con sus pechos resaltando, le recordaba mas que nunca al dibujo que había hecho sobre la pared de la oficina. Su Sana. Su amor. Su autoritaria y dulce mujer sin vello, pelirroja y de ojos color miel. Su dama. Ella nunca había estado en los planes de Tzuyu, pero solo tuvo que abrir una puerta para encontrársela. En verdad la castaña nunca había buscado enamorarse, pero Sana le provocaba una clase de pasión que jamás había sentido, ni siquiera con sus dibujos. Sin duda su vida había cambiado y ya no la podía pensar sin Sana en ella. El sentimiento que salía de Tzuyu, el amor que sentía por la mujer que estaba moviéndose constantemente sobre ella la emociono. La castaña se incorporo para quedar frente a ella. Sana se acomodó y la recibió en su nueva postura.

- Mírame, por favor -le pidió la castaña a Sana. por unos instantes se contemplaron en silencio-. Eres lo mas lindo que he visto en mi vida -le dijo sincerándose.

- Tu eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Hiciste que naciera de nuevo, que volviera a recuperar a esa Sana que perdí y tanto quería que volviera -confeso la empresaria.

El placer las sorprendió con los labios unidos y ambas gimieron en la boca de la otra hasta que se desarmaron sobre el sofá. Se quedaron quietas mientras recuperaban el aliento. Para malestar de la castaña, Sana se levanto y bajo del sillón para después caminar hasta la pared pintada por Tzuyu. La castaña se incorporo sobre sus codos para inspeccionar a la pelirroja.

- Adoro lo que hiciste -le dijo desde su lugar-. Podría pasarme horas mirándola -la pared era una pintura en sí misma.

La pelirroja se perdió en los detalles hasta que sintió como Tzuyu la abrazaba por detrás. El pene se Tzuyu se coló entre sus nalgas haciendo que Sana se mordiera los labios, estaba cansada pero el deseo nunca cesaba.

No soy para ti - SATZUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora