Sonidos de dolor, sonidos de alivio.

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- ¿Te sirvo otra? -un típico cantinero de bar le preguntaba a cierta castaña que llevaba ya varias horas bebiendo en la barra del lugar. En realidad, no había tomado mucho, sino que los vasos le duraban bastante tiempo, usualmente solo eran dos o tres, o menos si la pelea llegaba antes.

Tzuyu asintió y corrió su copa para que el hombre situara el liquido que sea dentro del recipiente, no le importaba mucho que bebía mientras fuera fuerte e hiciera mucho al momento de recibir los golpes, estaba bien.

Una vez tuvo la copa llena, miro al bar donde había llegado después de caminar por varias horas. No estaba tan lleno como a los que solía entrar con mas frecuencia, pero al menos había bastantes grupos que le podían ser útiles. Tzuyu le dio un trago a su bebida y el alcohol quemo su garganta. Agito la cabeza y se aguantó. Después de todo, era lo mínimo que merecía por hacer lo que hizo, el fuego que le quemaba la boca no era nada comparado con lo que le había hecho a Sana.

- ¡Mierda! -Tzuyu golpeo la barra, llamando la atención del cantinero y de algún otro solitario borracho-. ¡Mierda! -volvió a pegarle.

- ¡Oye, amiga! -el cantinero tenia cara de poca paciencia-. Pagas lo que rompes -le advirtió ante las botellas y copas que la castaña hacia temblar con cada golpe.

Tzuyu ni siquiera miro al hombre, puso los codos en la barra y su cabeza entre sus manos. A pesar de que había caminado durante varias horas, no lograba sacarse la culpa que llevaba en el pecho. No entendía como fue tan estúpida de arruinarle la vida a Sana de esa manera. Tzuyu sabia que ella no era inteligente y que necesitaba mas tiempo que los demás para decidirse y pensar las cosas, sabia que de lo único que podía opinar era de dibujos, pinturas y de tatuajes y aun así prefería abstenerse a cualquier tipo de conversación para no pasar vergüenza. Tan solo no se consideraba digna de ser escuchada, o al menos cuando era pequeña el silencio era lo único que la llevaba a algún lugar.

La castaña siempre era la preferida de la gente que dirigía a los niños de la calle, la castaña simplemente bajaba su cabeza y hacia lo que le pedían y cuando algo no le gustaba, huía, y por eso pasaba tan poco tiempo formando parte de los grupos.

Tzuyu no era inteligente, pero era lo suficientemente sabia para saber que si te quejabas, las "sustancias del sí", como le llamaba ella a las drogas que les inyectaban para que no se armaran rebeliones, venían y es a Tzuyu no le gustaba. La tatuadora no era inteligente, pero era lo suficientemente perspicaz como para hacer lo que la señora del hogar que abusaba de ella le pedía. Tzuyu ya sabia que la mujer iba a hacer lo que quisiera con o sin su consentimiento. De hecho, mas de una vez se había quedado sin poder sentarse por varias semanas por culpa de negarse a colaborarle y eso a Tzuyu tampoco le gustaba, así que simplemente agachaba su cabeza y hacia lo que se le pedía hasta que algo pasaba y ella podía huir del lugar, o tal vez tenia la suerte e iba a la cárcel o al hospital y lograba que la cambiaran de hogar o de casa de acogida.

Sin embargo, ahora sí que se había pasado, ahora si que su estupidez había tocado fondo, ahora sí que Tzuyu había arruinado lo único hermoso que le había pasado en la vida. Tzuyu había dejado embarazada a Sana.

- ¡Mierda! -volvió a golpear la barra.

- ¡Oye, es la última vez que te lo advierto! -grito el cantinero.

Tzuyu lo volvió a ignorar, no era que no quisiera simplemente que estaba acostumbrada a hacer lo que a ella le parecía. Estaba acostumbrada a actuar por instinto. Tzuyu era como un animalito que siempre esta atento a no caer en una trampa. Al principio, se mantenía alejada, luego se iba acercando de a poco, si algo le olía mal entonces se alejaba y si no terminaba por acercarse. Esos eran sus principios básicos, así había crecido y así había logrado mantenerse sana y salva. Claro que para las personas que le veían usualmente la cara, esto ultimo no lo estaba cumpliendo. Pero básicamente la castaña hacia lo que le parecía, y eso hizo con Sana, lo que le pareció.

No soy para ti - SATZUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora