Capítulo II- A tu merced, Bad Bunny

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No somos na',
no somos na',
pero con un perreo se empieza.
No sales de mi cabeza.

Cuando volví del pueblo, Sandra me estaba esperando en el descansillo con una sonrisa de oreja a oreja, esa sonrisa que siempre tenía. Sandra era alguien tan alegre, tan simpática y tan habladora que cuando no estaba con ella sentía que me faltaba algo. Como si yo no fuera del todo yo.

−      ¡Tía, vecina! −exclamó riéndose y levantándose de los escalones. − ¡Cuánto tiempo! −me abrazó de un salto.

−      Anda, no ha sido para tanto. −me separé un poco de ella. − ¿Qué te has hecho en el pelo? −pregunté mirándole.

−      Solo me lo he aclarado un poco. −rió levemente. −Sabes que cuando no estás hago locuras.

Sandra y yo éramos algo así como la luna y el sol, el día y la noche, y cuando alguna de las dos faltaba en el edificio, la otra se volvía un poco loca. No entendía que pudiéramos ser tan necesarias en la vida de la otra.

−      ¿Vamos a ir luego a la feria? −preguntó tirada en mi cama.

−      Claro. −sonreí sacando la ropa de la maleta. −Pero me tienes que dejar las convers blancas, porque las mías las he ensuciado un montón en el pueblo. −saqué mis zapatillas y se las enseñé.

−      Vale, me pongo las negras. −rió y cogió su móvil. −Tú has quedado con tus amigos allí, ¿no? −preguntó sin mirarme.

−      Sí, ¿tú con tus amigas? −doblé una camiseta y la guardé en el armario.

−      Sí, pero vamos y venimos juntas las dos. −aclaró dejando el teléfono en la almohada.

−      Sí, pesada. −rodé los ojos divertida.

−      Es que verás como se te olvida y te vas con... −sonrió pillina.

−      Cállate. −reí tirándole unos pantalones cortos.

Ella rió también y me devolvió el pantalón de la misma manera. No sé qué me pasaba con Sandra, supongo que nos conocíamos de toda la vida, pero me sentía bien con ella. Aunque, a veces, le tuviera un poco de envidia, y no de la buena.

Miraba como se hacía fotos y yo quería ser ella. Me quedaba hipnotizada mirando su cara tan perfecta, su pelo, incluso ahora rubio, su familia y sus amigas. No podía evitar mirarla de más algunas veces, porque me gustaba imaginarme como hubiera sido mi vida si yo hubiera nacido en la casa de en frente a la mía.

−      Bueno... −alargó la "e" un poco y se incorporó un en sus codos. −Alberto sigue sin cogerme el móvil. −suspiró frustrada. −Es que me cago en su puta madre. −dijo con rabia. −Te lo juro. No me vuelvo a echar un novio en la vida. −me dijo seria.

Yo me reí ante su comentario y negué con la cabeza. Miré la falda que me iba a poner esa misma noche para ir a la feria y se la mostré a Sandra, quien asintió con la cabeza y volvió a su móvil, concentrada. Supongo que hablando con su novio, aunque no estoy muy segura de sí era oficial o no, al menos sé que para ella sí lo era.

Sandra era una persona fría, pero demostraba todo lo contrario con Alberto. Lo había conocido en su carrera, aunque ella estuviera haciendo el doble grado. Tenían amigos en común y, a raíz de ahí, habían hecho buenas migas, tan buenas migas que se acostaron a la semana.

También la envidiaba por eso, aunque ella me decía que no era por lo que tener envidia, que ella era dos años más mayor que yo, que ya me llegaría el momento, pese a que yo no lo tenía muy claro del todo.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora