Capítulo XXI: Girls just want to have fun - Cindy Lauper.

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Querido papá,
sabes que seguirás siendo el número uno.
Pero las chicas
solo quieren pasarlo bien.

−      ¿Qué se supone que...? −pregunté cuando vi a Pablo en la plazoleta.

Pero me interrumpió, me besó antes de que pudiera finalizar la pregunta. Me pilló de sorpresa, pero no voy a negar que me gustó.

−      Perdóname, ¿vale? −me susurró.

Sonreí sin pensarlo. Parecía que me había leído la mente, que yo solo quería que me pidiera perdón y lo había hecho. En ese momento, sentía que podía con él, que quien llevaba la relación a donde quería era yo y no él. Supe que quería seguir besándolo cuando se alejó de mí, y me daba igual si era delante de todo el mundo o si estábamos solos.

−      He pensado en pasar lo que queda de tarde en la playa. −me dijo sonriendo. −Como querías. −me susurró acercándose a mis labios, para besarme de nuevo. −Siempre que sigas queriéndolo.

−      Sí.−asentí con ganas.

Me mordí el labio inferior, con ganas de que me besara otra vez. No podía enfadarme con él, es que no me salía en absoluto, ni aun poniendo todo el esfuerzo del mundo podría. Yo, que me enfadaba con todos por nada, con él no podía hacerlo. Es como si hubiera dejado de ser yo, como si cuando estuviera con él, la Julia que todos conocían desapareciera.

Dicen que cuando te enamoras de verdad, una parte de ti desaparece para dejar paso a otra. Eso es lo que me estaba pasando, que me estaba enamorando de Pablo, y lo estaba haciendo tan rápido que lo estaba haciendo sin darme cuenta. Sandra no paraba de repetirme que me estaba enamorando de él, pero una parte de mí no lo quería aceptar.

Pero cuando estaba sola y lo pensaba, no podía parar de darle la razón a mi mejor amiga una y otra vez, porque me conocía incluso mejor que yo misma. De la misma manera que lo estaba empezando a hacer Pablo, que ya sabía lo que tenía que hacer para que yo no me enfadara, pero yo también sabía cómo tenía que actuar para que Pablo hiciera las cosas que yo quería.

−      ¿Y cómo vamos? −pregunté con el ceño fruncida. −El autobús no nos recogerá tan tarde. −miré mi reloj.

−      ¿Qué más da? Nos volvemos andando.

Acepté. Y cuando lo hice, lo supe. Supe que iba a hacer lo que Pablo me propusiera si eso significaba que íbamos a estar juntos, todo me iba a dar igual si después, cuando todo acabase, estaríamos los dos juntos, fuera donde fuera y haciendo lo que él quisiera.

Llegamos a la playa un poco antes del anochecer. Hacía un poco de frío, pero a Pablo no le importaba dejarme su sudadera. Nos sentamos en la arena, la cual estaba fría por las horas, aun así, la playa estaba llena de gente, pero nadie conocido. Pasábamos desapercibidos en la playa, y me gustaba.

−      ¿En qué piensas? −me preguntó, curioso.

−      En nada. −susurré. −Estar en la playa me hace tener la mente en blanco. −le confesé. −Es mi lugar seguro. −desvié mi mirada del agua a sus ojos.

Era la verdad. La playa era mi lugar seguro, y compartirlo me hacía sentir insegura, pero no tenía ni de cerca esa sensación con Pablo a mi lado. Le miré impaciente, esperando una respuesta a la confesión que acababa de realizar, pero solo se encogió de hombros. No sabía tampoco qué estaba esperando exactamente de él, pero sé que estaba esperando algo. Algo que me llenase.

−      ¿No tienes un lugar donde sentirte tú al cien por cien? −le pregunté intrigada.

Se lo pensó bastante, tanto que me preguntaba si es que me estaba ignorando de nuevo, aunque estuviese delante de él. Como si eso le detuviera para no hacerlo.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora