Capítulo XXXIII: Back to you - Selena Gómez.

27 1 0
                                    

Puedes romper mi corazón en dos,
pero cuando late, late por ti.
Sé que es directo, pero es verdad.

Si pudiera hacerlo todo de nuevo,
sé que volvería contigo.

−      No creo que eso sea posible. −se levantó de la banqueta.

−      ¿El qué?

−      Enamorarte. −suspiró frustrado. −No puedes elegir enamorarte, sucede y punto. −dijo firme.

Lo sabía. Claro que lo sabía, pero no muy en el fondo quería intentar si podía hacerse de otra manera, de una plenamente consciente. No dejaba de preguntar cómo cojones funcionaba la mente para enamorarnos de persona sin darnos cuenta. Seguro que Ana hubiera dicho que ese trabajo no era de la cabeza, sino del corazón, y como siempre, yo le hubiera hecho oídos sordos.

−      De verdad que puedo enamorarme de ti. −me oí susurrar. −Puedo hacerlo.

Rubén quiso decirme algo más. Seguro que contradecirme de nuevo, hasta yo lo hubiera hecho, porque lo que estaba diciendo no tenía sentido ninguno. De no ser porque me quería, y cuando se quiere a una persona se hacen locuras. Esas locuras que yo había hecho por Pablo.

Existían todas clases de locuras que hacer por amor. Una clase de ellas eran las que yo había hecho, meterme en medio de una pelea, salvarle la vida, enfrentarme a mis amigos, pelearme con otra. Ese tipo de cosas que por nada del mundo se te pasa por la cabeza hacer, pero cuando estás enamorada te da igual, porque no piensas en nadie más que en esa persona. Ni siquiera piensas en ti misma.

Y otra clase de locuras era del tipo de Rubén. Al que parecía no importarle cuántas veces le besara sin querer nada cuando él lo quería todo. Él solo quería sentir y cometería cualquier locura por sentir con la persona de la que estaba enamorado, sin importar el daño que pudiera hacerse por el camino.

−      No quiero que te sientas obligada. −evitó mirarme a los ojos.

−      No lo estoy. −le dije sincera. −Créeme que eres tú.

No sé si fueron mis palabras o si fueron sus sentimientos los que le traicionaron, pero se acercó a mí en dos pasos rápidos y me cogió de las mejillas, me miró un par de segundos, que parecieron interminables, y me besó. No como las otras veces. Todas las veces que nos besábamos eran diferentes, como si estuviera desbloqueando un nuevo beso con cada uno. Y, por supuesto, eran diferentes a los besos de Pablo. Tan diferentes como lo eran ellos dos.

Quería decirle que él era la persona por la que cualquiera daría su vida como yo lo hice aquella noche por Pablo en las carreras, que por él buscaría la pareja de los calcetines todas las mañanas, aunque me llevase horas. Pero no pude. No sé si por miedo a que todo eso le pareciera demasiado o porque me callaba con besos cada vez que nos separábamos. Como si no quisiera hacerlo.

La cadena de besos parecía interminable, y no me disgustaba la idea de quedarme así con Rubén toda la mañana, todo el día, incluso toda la vida. Se me pasó por la imaginación cómo nos veríamos dentro de un par de años, cuando empezásemos la universidad, pero no nos vi juntos, así que aparté rápidamente la imagen y me concentré en el presente.

−      Rubén... −me alejé de él un poco. − ¿Estás seguro? −le pregunté.

−      ¿Seguro de qué? −me preguntó con el ceño fruncido. − ¿De besarte? −rió un poco. −No he estado más seguro de nada nunca.

−      De... Todo lo que tiene que ver conmigo.

Rubén se agachó a mi altura y me sonrió, fue la primera vez que no le correspondí con una sonrisa. Carraspeó un poco y se mojó los labios.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora