Capítulo XXVI: Me tienes - Miriam Rodríguez.

12 0 0
                                    

Quise dejarte ir, pero aún me tienes.
Lo intento, pero sé y sabes
que aún me tienes.

Me tienes bajo control
y quiero tu amor
una noche más.

− No te esperaba tan pronto. −me dijo Sandra abriendo la ventana. − ¿Qué te pasa? ¿Has llorado? −me preguntó preocupada.

Asentí con la cabeza mientras me dejaba caer en la cama. Escuché como suspiraba al otro lado del edificio y como cerraba la ventana, sabía que iba a venir a mi casa. No podía negar que ella era quien mejor me conocía, incluso casi mejor que yo misma. Sabía que hacer en todo momento para que me sintiera bien, y, aun no haciendo nada, me sentía bien si estaba con ella.

La puerta de mi habitación se abrió en menos de dos minutos, lo que se tardaba en que mi padre se levantara para abrir la puerta y que mantuvieran una conversación cordial. Sandra cerró la puerta y se dejó caer en el pomo de la puerta con una sonrisa tímida, de esas de lado que me daba cuando se sentía mal por mí, de esas que me parecían de hermana mayor.

− ¿Qué ha pasado? −me preguntó en voz baja. −Tu padre se va a acostar, me ha dicho que no hagamos mucho ruido. −se sentó a mi lado y me miró desde arriba, con una sonrisa. −Cuéntame, anda.

− Es que no sé qué pasa. −le confesé. −Todo está bien, pero no. −me incorporé sobre uno de mis codos para mirarla. −No estoy segura de lo que siento. −murmuré.

Sandra frunció el ceño, como si no me entendiera, porque para ella yo sabía de sobra lo que sentía por Pablo, que estaba enamorada de él hasta los huesos, como se suele decir, pero había algo más que nadie podía saber, solo yo. Esa sensación de angustia que me daba cuando sabía que estaba haciendo algo que no le iba a gustar a él, esas consecuencias que venían después.

− ¿Cómo que no? −preguntó. − ¿Cómo no puedes saber lo que sientes? −se le escapó una risa nerviosa.

No tenía respuesta para esa pregunta, pero estaba segura de que era verdad. De que no sabía lo que sentía, pero no solo en ese caso, sino en todos los demás. Tampoco sabía lo que sentía por Rubén, ni por Ana, ni siquiera diferenciaba entre querer o amar, entre querer o no, a secas. Entre ser un capricho más de una adolescente o entre ser el amor de mi vida. Si es que había de esos.

− Todo el mundo sabe lo que siente, pero no quiere afrontarlo. −me dijo sincera. −Y ya hemos hablado en más de una ocasión que tú estás enamorada perdida del guapo de Pablo. Y él de ti.

− ¿Cómo estás tan segura? ¿Cómo alguien puede estar tan seguro de algo tan grande como eso? Estar enamorada no es algo de la noche a la mañana, ¿no? −le pregunté de verdad, porque tenía mil dudas sobre ese tema.

− A ver... −titubeó. −Aquí cada uno pensará distinto digo yo. −me miró a los ojos. −Si te soy sincera, yo pienso que nos enamoramos en cuanto nos conocemos, en cuanto vemos a alguien por primera vez.

− Como un amor a primera vista, ¿no? −musité.

− Sí. −afirmó firme. −Cuando conoces a la persona ya pues te enamoras más, o te desenamoras. Pero tienes que partir de algún punto previo. −se mordió el labio. − ¿Me quieres decir que no estás enamorada de Pablo?

No lo sabía.

No respondí tampoco. No sabía cómo decirle todas las cosas que estaban pasando en ese momento. Todo había empezado desde la pelea en las carreras, si yo no me las hubiera dado de valiente no estaría pasando nada de esto. Pablo no hubiera dicho nada de nosotros, todo sería más sencillo. O eso quería creer.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora