Capítulo XXIV: Love on the brain - Rihanna.

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Te encanta cuando me desmorono
para que me puedas juntar
y tirarme contra la pared.

No dejes de amarme.
No dejes de quererme.
Solo empieza a amarme.

Me pasé todo el fin de semana entre la casa de Sandra y el bar, no tuve casi tiempo libre a solas conmigo nada más, y casi que lo preferí, porque seguro que iba a estar pensando qué nos hubiera podido haber pasado si hubiéramos actuado de otra forma aquella tarde noche en las carreras. Me prometí a mí misma no ir nunca más a ese recinto, pero supongo que las promesas a uno mismo nunca se terminan por cumplir.

No le había estado mucha cuenta al móvil durante ese fin de semana, pero yo iba a recoger a Luna todas las mañanas para irnos juntas al instituto, esa mañana hice lo mismo que cualquiera anterior, pero por más que la esperaba no bajaba. Me empecé a impacientar cuando faltaban dos minutos para que sonara la campana de clases y no tenía ninguna noticia de ella.

Decidí irme sola antes de que llegara más tarde que de costumbre. Rezaba por el camino para que no me pusieran falta o me llamaran la atención porque teníamos clase de lengua y la profesora me odiaba. En los pocos días que llevábamos de clase me había cogido una manía increíble solo por querer estudiar filología hispánica, al contrario de sentirse orgullosa o algo así, parecía que le molestaba.

− ¡Julia! −oí al cruzar la puerta principal del instituto, justo antes de que el conserje la cerrase. −Joder, no me oías. −sonrió al conserje para que le dejara pasar.

− La próxima vez te dejo fuera, chaval. −le contestó él.

− No habrá próxima vez. −le dijo Rubén, poniéndose a mi lado.

− Más te vale.

Rubén solía llegar de los últimos, pero nunca tan tarde como para que le cerraran la puerta en las narices, literalmente hablando. Fruncí el ceño cuando le miré, preguntándome qué le habría pasado para que llegara tan tarde, supongo que él se estaría preguntando lo mismo.

− ¿Y Luna? −preguntó cuando cruzamos el patio techado para llegar a la puerta del edificio. − ¿No viene?

− Pues no lo sé. −cogí mi teléfono para comprobar si me había mandado algún mensaje nuevo. −No me ha dicho nada de que no viniera. −guardé el móvil en el bolsillo. − ¿Y tú por qué vienes tarde? −pregunté curiosa.

− Si te lo cuento no te lo crees. −se rió subiendo las escaleras. −No encontraba el otro calcetín, así que... −volvió a reírse.

− ¿No me digas que has llegado tan tarde por no encontrar la pareja del calcetín? −me reí sin creerlo.

− Sí. −admitió risueño.

− ¿Y por qué no has cogido otro cualquiera?

Las cosas más pequeñas son las que de verdad nos dicen como es una persona, ni las palabras ni los actos solemnes se hacen sin pensar, siempre se piensan más de una vez, incluso más de dos si llegas a ser como yo, pero esas pequeñas cosas hablan más de nosotros mismos de lo que en realidad pensamos.

− ¿Tú hubieras cogido otro? −preguntó antes de cruzar la esquina que llevaba a nuestra clase.

− Pues claro. −fruncí el ceño. − ¿Por qué no?

− Me gustan que los calcetines estén emparejados con su pareja indicada, ¿sabes? −me miró serio, aunque estuviéramos hablando de calcetines. −Es como cuando encuentras a una persona que te gusta de verdad, pero esa persona es amarilla y tú rosa. No combináis. −explicó.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora