Capítulo XXXV: Cuando nadie ve - Morat.

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Tú sigues, yo sigo.
Es nuestro castigo,
fingir que somos amigos.

Y cuando no haya testigos,
mi vida entera te daré.
Cuando nadie ve.

Me desperté la primera el sábado, lo aproveché para vestirme con mi ropa y dejarle el pijama a Rubén encima de la cama. Entré en la casa y enchufé el móvil con el primer cargador que vi que le valía. Me senté en una silla cerca de él para estar atenta por si se encendía.

−      Buenos días. −me saludó Jesús.

−      Me sorprende que te hayas levantado tan temprano. −le dije. −Después de la de anoche. −me reí.

−      Uff, no me lo recuerdes, anda. −se sentó frente a mí. −Lo que me sorprende a mí es que he visto a Rubén dormido en tu cama.

Abrí los ojos sorprendida, Jesús se rió de su comentario y se levantó para dirigirse a la cocina. Supongo que para coger algo de comer porque volvió masticando algo y con un trozo de pan en la mano. Se sentó en la misma silla que antes y me miró, esperando a que le dijera algo.

−      ¿Qué? −pregunté.

−      Nada. −se rió otra vez. −Estoy esperando a que me digas qué hacía Rubén en tu cama. −se carcajeó. −No escuché nada, eh.

−      Joder, claro. −sonreí sin pensar. −Porque no hemos hecho nada.

Jesús no paraba de picarme con el tema, pero no me sacó ni una palabra sobre qué hacíamos Rubén y yo acostados en la misma cama. No sé muy bien por qué no le dije la verdad, que básicamente no quería dormir sola después de discutir y dejarlo con Pablo, que Rubén me aportaba la calma que necesitaba para dejarme dormir en un segundo.

Para cuando Ana se levantó, Jesús estaba en la piscina haciendo unos largos mientras yo estaba hablando con mi padre por mensajes. Se había puesto un bikini nuevo y recogido el pelo en una coleta, me extrañó verla así a las doce del mediodía, pero no dije nada.

Se acomodó en la tumbona de mi izquierda y cogió su móvil despreocupada. Jesús se acercó a nosotras, sin salir de la piscina, al bordillo.

−      Pensaba que te ibas a levantar a la hora de comer. −se rió.

−      Já, já. −se rió sarcástica y le hizo una mueca. −Aunque sea octubre hay que aprovechar los rayitos de Sol. −bromeó.

−      ¿No tendrá nada que ver con que venga ahora mi hermano? −preguntó burlón.

−      ¡No! −negó rápida ella.

−      ¿Viene tu hermano? −pregunté dejando el móvil y acercándome a Jesús.

−      Otra. −se rió Jesús. −Mi hermano no está en la lista de personas con las vais a follar. −nos advirtió.

−      Tranquilo. −me quité las sandalias y metí las piernas en la piscina. −Solo preguntaba.

−      Viene a recogernos con la furgo de mis padres. −se apoyó en las palmas de sus manos para subir al bordillo de un salto y sentarse a mi lado.

El hermano de Jesús era más mayor que nosotros y ya tenía el carné de conducir, pero no coche propio, por eso dependía del coche de sus padres, o de la furgoneta que tenían para ir de viaje.

Lo que no entendía era por qué Ana había decidido dar ese cambio de la noche a la mañana, si tanto le gustaba Pablo, por qué ahora parecía estar más centrada en Javi. ¿Había pasado algo aquella noche en casa de Jesús mientras yo estaba en el baño con Rubén?

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora