Capítulo XXXVI: Dear Society - Madison Beer.

14 0 0
                                    

Eres malo para mi salud
Probablemente debería obtener ayuda
No puedo controlarme,
soy adicta al infierno.

Siempre me despertaba con la salida del Sol porque mi ventana daba hacia esa parte, encima no había ningún tipo de edificio que lo tapara, pero lejos de incomodarme o molestarme, me gustaba. Así me despertaba temprano sin necesidad de una alarma y me aseguraba de que me despertaba para aprovechar la mañana.

Sin embargo, esa mañana ni los rayos de Sol lograron despertarme antes que a Rubén. Se me había olvidado que estaba dormido a mi lado, siempre que dormía con una persona era consciente, porque me sentía incómoda al no poder moverme en la cama, pero parecía que mi cabeza se había olvidado de que estaba compartiendo colchón esa noche con alguien. Como si con Rubén no funcionara.

− Buenos días. −me susurró, quitándome mechones de la cara.

− ¿Qué hora es? −le pregunté, medio dormida.

− Diez y media. −miró su móvil y lo dejó en el escritorio.

Se giró sobre su lado derecho y me miró, tumbado de la misma forma que yo. Me dejaba caricias en la mejilla, que había liberado de mis mechones rebeldes del pelo. Sonría como si lo mejor que le hubiera pasado ese fin de semana fuera estar conmigo tumbado.

Podía quedarme así todo el día. Con los ojos cerrados, concentrada solamente en las caricias de Rubén, como si fuera de la cama no existiera nadie más. Solo éramos él y yo. Supuse que él sentía lo mismo, porque en ningún momento retiró su mano de mi mejilla.

− ¿Estás mejor que anoche? −rompió el silencio.

Ni siquiera me había parado a pensar en cómo estaba con respecto a Pablo. Porque en ese momento para mí no existía nada más allá que no fuéramos Rubén y yo en la cama.

− Supongo. −murmuré.

− ¿Pregunto por qué? −se atrevió a decir.

− Mi amiga Sandra vio ayer a Pablo... −carraspeé. −De fiesta, después de que hablásemos y lo volviésemos a dejar. −abrí los ojos y busqué su mirada, la encontré. −Casi liándose con una chica. O, bueno, eso es lo que se ve en una foto.

Rubén no dijo nada, pero sé que pensó que no podía echarle nada en cara a Pablo, porque ya no estábamos juntos, porque yo había exactamente lo mismo e incluso peor. Que estábamos mejor así, yo por mi lado y él por el suyo, el problema era que seguíamos en el mismo camino por más que fuéramos separados. Íbamos a encontrarnos muchas más veces.

− No pasa nada, Julia. −musitó, dejando de acariciarme. −Tú estás mejor sin él.

Y lo sabía. Claro que lo sabía, estaba mejor sin él porque sin él podía ser yo al cien por cien, no tenía miedo a nada que no fuera él. Pero una parte de mí, una más grande de lo que pensaba, lo echaba de menos. Y no dejaba de preguntarme por qué. Por qué lo echaba de menos si sabía que estaba mal, que me hacía daño. Supongo que quería aquello que no podía tener, una relación sana y estable con Pablo.

Parecía tan utópico que me dormía todas las noches soñando con un futuro así, con él, siendo el novio del año, donde todos envidiaban lo que teníamos. Como si todo fuera en relación con aparentar y no en serlo. Y ese era el problema de nosotros, que pensábamos demasiado en los demás, y no pensábamos en nosotros mismos. Yo no pensaba en mí cuando estábamos juntos.

Por eso no estábamos bien Rubén y yo. Porque yo no lo estaba.

− ¿Quieres dejar de hablar de eso? −me preguntó mirándome serio.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora