Epílogo: Antagonista - Belén Aguilera.

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Ahora no me siento personaje principal,
voy a ser la antagonista.
Voy a hacer caso a mi instinto animal:
joder a la protagonista.

−      No me creo que hayamos acabado el curso. −dijo Jesús dejando caer su mochila en el suelo. −Ni que pueda pedir una cerveza legalmente.

−      Ni yo. Susana, dos cerves, por fa. −le pedí a la camarera.

Nos sentamos en una de las mesas cercana a la puerta de la azotea, que estaba cerca de la barra, y esperamos a los demás para hablar del verano que iba a ser nuestro. El verano de los dieciocho años. Claro que creía que ese verano todos nos uniríamos más que nunca, que seríamos como esos amigos que veía en las películas que no tenían secretos, aunque después siempre guardáramos algunos. Pero supongo que eso son amigos de película y no amigos reales.

−      ¿Tardan? −le pregunté impaciente.

−      Como se nota que es la primera vez que esperas. −se rió de mí y cogió su móvil.

−      Aquí tenéis, chicos.

Susana nos dejó las cervezas encima de la mesa y volvió a atender a algunos clientes.

−      Gracias.

Sonó la puerta del bar y miré para ver si eran mis amigos, pero no. Solo era un chico que parecía bastante perdido, de no ser por el tatuaje en el cuello y porque se sentó en una mesa con una chica rubia pensaría que se habría perdido de verdad. Pero no le di importancia alguna.

Me pregunto cuántas veces habríamos tenido delante de nuestras narices todas las cosas que iban a ayudarnos y habríamos pasado literalmente por alto todo.

−      Ahí están las chicas. −me dijo Jesús, guardando su móvil. −Rubén tardará poco.

−      ¿Y Pablo? −carraspeé al preguntar.

Jesús me miró. Por su expresión sabía que me pasaba algo con solo mencionar su nombre.

−      No ha dicho nada por el grupo.

−      Ah.

María y Ana se sentaron saludándonos y pidiéndole a Susana otras dos cervezas, aunque todavía ninguna de ellos dos tenía los dieciocho años. La camarera las trajo, pero diciéndoles que solo serían una para cada una y ninguna más. Ana rodó los ojos, mientras que María asintió sonriente.

−      ¿Y qué se hace para celebrar este final de curso? −preguntó Jesús, sonriendo. −Mi padre ya nos deja entrar al pub sin persuasiones.

−      Genial. −dijo Ana recelosa. −Por lo menos, algo bueno.

−      ¿Qué te pasa? −le preguntó.

−      Le ha quedado Lengua. −le contestó María. −Eso le pasa.

−      No merecía que me quedara. −se disculpó ella. −Me tiene una manía que no se aguanta.

Desconecté de la conversación. Solo quería saber si vendría Rubén a esta mini reunión, porque me sentía sola, aunque estaba rodeada de mis amigos. No me terminaba de sentir bien del todo con ellos, ni cuando estaba sola, y estaba empezando a sentirme así todo el tiempo.

−      Hombre, menos mal. −escuché a Jesús.

−      Hola, hola, hola.

Rubén entró sonriendo por la puerta y fue directo a la barra a pedir una cerveza, otro que tampoco había cumplido los dieciocho, pero que los aparentaba sin duda. Además, venía en moto y eso siempre daba la sensación de que era mayor que nosotros. El gimnasio también le había hecho efecto. Y no sé si era porque nos habíamos alejado o qué, pero desde enero Rubén había crecido más que dos años.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora