Capítulo XXXIV: Lose you to love me - Selena Gómez.

11 0 0
                                    

Me prometiste el mundo y te creí.
Eras mi prioridad y lo adorabas.

Necesitaba perderte para encontrarme.
Necesitaba odiarte para amarme.

−      No hay quien te entienda, tía. −me dijo Sandra con la cara descompuesta. −O sea, no solo lo dejas y te follas a otro, que ahora vuelves con él por pena. −se incorporó en el colchón. − ¿Te estás oyendo?

Sandra me miraba con una mezcla entre asco y confusión que no llegaba a entender bien. Sabía que estaba mal lo que había hecho, pero dudaba que alguien pudiera llegar a entender como me sentía en esos momentos. Era consciente de que había hecho las cosas mal, muy mal, y no es excusa, pero supongo que así lo sentía.

−      Encima le pones los cuernos. −negó incrédula. −Yo no sé con quién estoy hablando ahora mismo. Desconozco esta faceta de ti, tía. Me da hasta miedo.

Los golpes en la puerta de mi habitación hicieron a Sandra callar y volver a tumbarse en la cama como estaba en un principio. Mi padre se dejó ver por la puerta, con una bolsa de deportes y vestido con ropa de calle a las diez de la noche.

−      ¿Dónde vas? −le pregunté.

−      Tu abuelo ha tenido una caída. Me quedaré unos días en el hospital con él mientras tu primo se hace cargo del bar. −miró a Sandra. − ¿Te quedas esta noche, Sandrita? Le haces compañía un poco.

−      A sus órdenes, mi capitán. −bromeó mi vecina poniéndose una mano en la frente, a modo de saludo de ejército.

Cuando Sandra oyó la puerta de mi casa cerrase, se levantó de un salto y me miró sonriente.

−      Suerte, guarra.

−      ¿Qué haces? −le pregunté siguiéndola por el pasillo.

−      Dejarte sola. −contestó riéndose. −Para que puedas llamar a tu novio y pasar la noche con él. −se giró. −Lo que hagas con él se queda dentro de esta casa, lo juro. −levantó su mano a modo de promesa.

−      No voy a llamar a Pablo. −me senté en el sofá.

−      ¿Por qué no? −me preguntó, sentándose a mi lado.

−      Porque no me apetece estar con él ahora mismo. Ni me apetece... −suspiré. −Nada.

Sandra intentaba entenderme lo mejor que podía, pero yo no me explicaba del todo bien. Además, le faltaban muchos detalles para lograr entenderme a la perfección, aunque creo que si conociera todos los detalles tampoco lo haría. No me entendería.

−      Ya veo. −murmuró. −Y sabes que tengo razón. −nos miramos. −Has vuelto con él por pura pena. −resumió. −No le quieres.

−      Claro que lo quiero.

−      Pues no lo parece. −me rebatió. −Estás siendo una egoísta de nuevo. Así solo conseguirás hacerle daño a Pablo, y a Rubén.

Ya me comía yo sola la cabeza como para tener a Sandra haciendo de pepito grillo en mi oreja, así que le dije que tenía razón en todo lo que estaba diciendo y pensando, porque seguro que estaba pensando muchas cosas sobre mí que no me las decía para no hacerme sentir peor.

Abandonó mi casa con la excusa que había quedado con sus amigas para salir de fiesta. Yo hubiera podido estar con las mías, si es que las podía llamar amigas, esa noche en el campo de María. A Ana se le había pasado la regla el jueves y había dicho que seguía en pie el plan.

Miré las historias de mis amigos y vi como se lo pasaban bien, todos y cada uno de ellos menos Pablo y yo. Bloqueé el móvil, y pensé dos veces antes de hacer nada. No iba a quedarme en casa por pena, no iba a salir con Pablo por pena, no iba a dejar de ser yo por pena. Eso era lo que tenía que estar sintiendo por mí, pena. Pena de verme otra vez con Pablo.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora