Capítulo XXXVIII: Amorfoda - Bad Bunny.

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Quisiera que te sientas como yo me siento.
Quisiera ser como tú sin sentimientos.
Quisiera cambiarle el final al cuento.

−      No entiendo cómo habéis conseguido que mi padre os deje el bar. −me senté al lado de Ana, que parecía aburrida.

−      No hemos sido nosotras. −se cruzó de brazos y miró a mis espaldas.

Le seguí la mirada, girándome un poco sobre el asiento, para ver qué le ponía tan seria. María riendo y bailando subida en una mesa, con Jesús justo debajo pidiéndole que bajase. Eso fue lo que mantuvo a Ana sobria y sensata aquella noche. Preocupación por María.

−      ¿Qué te pasa? −le pregunté, volviendo a mirarla. −Se lo están pasando bien.

−      Hace tiempo que bebe así. −suspiró y desvió su mirada hacia otro lado. −Y luego está...

Volví a seguir su mirada, esta vez a detrás de la barra, donde encontré a un Pablo sirviéndose otra copa. Levantó a la mirada y conectó con la mía, no quise comprobarlo, pero sabía que Ana estaba mirándonos con atención a cada detalle. Pablo sonrió y levantó el vaso, en señal de celebración, y volvió con Víctor.

−      ¿Estás mal con él? −me preguntó.

No iba a hablar de esto con Ana. No confiaba en ella lo suficiente como para darle algunas pinceladas de esa parte de mi vida.

−      Somos amigos.

−      Ya.

−      ¿Y tú con él? −le pregunté. −María me contó que quieras intentar algo con él. −levanté una ceja.

Hablar con Ana me ponía demasiado irascible, más de lo que ya era de por sí. Y hablar de este tema era como si se encendiera una chispa en dos segundos dentro de mí. Y cuando creas un fuego se descontrola, no tienes poder sobre él. Eso todos lo saben, pero nadie parece darse cuenta hasta que es demasiado tarde. En ese momento, yo era el fuego y Ana lo había desatado.

−      Julia, yo...

−      Julia nada. −la interrumpí. − ¿Qué pasa contigo, tía? −le pregunté a la defensiva. − ¿Crees que puedes intentar liarte con él?

−      Baja la voz, por favor.

−      No me da la gana. −me levanté, haciendo que ella también lo hiciera. −No es mi problema si me tienes envidia, si quieres ser yo.

−      ¿Qué dices, Julia? −preguntó desorientada.

−      No te puedes liar con el ex de una amiga. −sentencié.

−      No voy a hacer nada con él.

−      Pero quieres hacerlo. −le contradije.

−      Julia, deja de beber.

Ana se fue y bajó a María de la mesa de un tirón tan brusco que Jesús tuvo que sujetarla para que no se diera de bruces contra el suelo. Se fueron al baño más rápido de lo que Ana había acabado la conversación y me dejó con la palabra en la boca, pero a mí nadie me dejaba así. No soportaba que me cortaran la conversación porque eso me hacía sentir inferior.

Me acerqué a Pablo, que hablaba animadamente con Víctor, a quitarle el vaso y beber de él. Supe que ambos me miraron, pero mis ojos estaban centrados en la puerta del baño, esperando a que Ana saliera de él.

Vi por el rabillo del ojo como Víctor salía del bar, y Pablo aprovechó ese momento en el que nos quedamos a solas para interponerse entre mis pensamientos y la puerta del baño.

0. Ataque de ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora