9 de agosto de 2021. El día del viaje
Eran las 00:00 horas de la madrugada, no lograba poder conciliar el sueño por la preocupación sabiendo bien que mi padre estaba consciente, pero hasta que no lo viera tenía esa sensación angustiante.
Me levantaba a cada rato a beber agua, y decirle a mi madre que se duerma por lo menos dos horas, ella seguía y seguía planchando ropas, también juntando nuestras pertenencias elementales para el viaje a Pedro Juan Caballero.
Según el GPS, eran siete horas de viaje, en el mapa está localizado en el punto más alto del país llamándose ciudad fronteriza con Brasil. Y yo me sorprendí bastante porque más de 400 kilómetros de distancia íbamos a hacer de trayecto. ¡Guau!
Estaba aún sacudida por la noticia y por el susto que nos llevamos, puse mi alarma para despertarme a las 03:30 de la mañana, luego me quedé dormida.
Yo no me animaba a manejar tan lejos, así que le pedí a mi mano derecha, que es la persona a quien quiero.
Sin dudas yo me saqué la lotería en tenerle, es el mejor, él es bondadoso y comprensivo, una persona completa.
Bien, llegó la hora de despertar y de prepararnos, me fijé que mi madre no ha dormido ni un sueño, la entiendo, era su esposo quien se accidentó, el pilar de nuestro hogar.
Salimos de casa a las 04:30 de la mañana, con muchos bultos en el automóvil, llevamos todo lo necesario, incluyendo algunas cosas que nos olvidamos por completo, pero fue por la situación.
Ya íbamos en camino, mantenía una comunicación firme con la persona que se encargó de cuidar a mi padre hasta llegar a la ciudad.
La garra de mi madre es digna de admirar, y me percaté de lo inteligente que es el cuerpo humano.
Es como un robot diseñado en aguantar días sin beber agua, sin comer y sin dormir. Pero... cuando llega a su límite necesita de una carga.
Ya en camino junto a mi padre, pasamos tantas ciudades, y lugares turísticos, eran épicos y fenomenales, pero... la situación no nos permitía admirarlas bien, ni tampoco tomar buenas fotografías para recordarlo.
Ojalá en algún momento vaya de nuevamente.
El camino de la carretera era recto que te llena de pereza y sueño, ¡uf! Pareciera que nunca íbamos a llegar a nuestro lugar de destino, te ibas y te ibas más.
Después nos fijamos en nuestro GPS y por los carteles colgados que ya íbamos a llegar, cada vez más ansiosa, ya quería verle a mi padre.
Llegamos...
Tuvimos que esperar por unos minutos ya que a mi padre lo sometieron a un estudio, luego ya volvió.
Su estado físico era verdaderamente terrible, muchos moretones, cicatrices, fracturas y golpes que recibió, se podría decir que tuvo la afortunada suerte de seguir con vida.
Por una parte, sentía mucha presión del otro lado me llamaban y me escribían a cada instante, no podía sobrellevarlo de una vez la situación, tenía que partirme prácticamente como un rompecabezas, manejar la ocasión es una locura, ser la hermana mayor es uno de los compromisos más estresantes.
Por fin mi padre estuvo ya en su sala, para la internación. Lo bueno es que no era grave su estado, sus signos vitales están en condiciones, solo las fracturas y golpes eran la dificultad.
Nos quedamos por 48 horas, son 2 días. Ya se imaginarán, queridos/as lectores/as, me subía y me bajaba, salía y compraba medicamentos, hablaba con los doctores, hablaba con todos, fue una tarea cargante.
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Desvelos. Una historia entre la pandemia
Kurgu OlmayanEsta historia nace con sentido a la crisis que se vivió en el segundo año de pandemia del covid-19, lo que acarreó el encierro y la incertidumbre. La caída del cielo como escarcha, ante los ojos de una joven que intenta sumergirse en la imaginación...