Ellos no son los mejores amigos.
Hay cierta tensión entre ambos.
Era más probable que se ataran si estaban solos en una habitación,
Pero cuando Imperio Ruso y Estados Unidos pasan una noche juntos, toda su fachada de enemigos se cae.
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USA había llegado a casa de Imperio Ruso completamente empapado. No a casa de Rusia, no, a casa del zarista. No pensó en ir ahí en primera estancia, pero no tuvo otra opción tras huir de de Rusia.
Habían estado negociando desde la tarde y de un momento a otro empezaron a pelear.
En un inicio USA iba a quedarse con el eslavo menor en su hogar y se iría a la mañana siguiente en un avión para su territorio, pero tras esa pelea, no pudo más y tras recordar donde vivía el ruso mayor, decidió ir ahí.
Tomó un taxi y llegó al conjunto de departamentos. Una vez ahí, no le fue difícil encontrar el lujoso hogar de Imperio Ruso.
El mayor abrió la puerta y lo examinó un par de segundos antes de invitarlo a pasar. Lo acomodó en un largo sofá justo en medio de la sala sin preguntar ni decir nada y caminó hasta su habitación.
El rubio examinó el lugar y se encontró con una enorme televisión delante de él. Suelo de madera y pequeños sillones a los costados. Detrás una escalera que llevaba al segundo piso y a lado de esta había una habitación que estaba cerrada junto a la cocina.
USA estornudó justo en el momento en que un relámpago azotó el cielo nocturno.
Imperio le trajo una manta para mantenerlo caliente y una más pequeña para su cabello.
―¿Y se supone que así eres una potencia? Tienes cero sentido común. Sigues siendo el mismo mocoso que le lloró a Francia porque Nueva Granada rompió su cajita musical. ¿Por qué vienes en plena lluvia?
―Esa caja era muy bonita y tocaba hermosas canciones, aún me duele―puso la mano sobre su pecho ―y no menciones a esa tipa en mi presencia. Arruinó mi infancia.
―Tu infancia estaba jodida desde el momento en que naciste y tus padres fueron Reino Unido y Francia.
USA le daría la razón. ¿Qué padre le decía a su hijo que debía matar a otro niño y lo obligaba a hacerlo? Si bien el británico no lo obligó, si lo hizo ver el proceso de la muerte.
Pasaron meses antes de poder olvidarlo y dormir bien. Incluso ahora, había noches en que recordaba la expresión de terror del infante suplicando por su vida.
―Como sea, ¿cómo sabes dónde vivo?
―Bueno, no tengo una mala memoria y literalmente tu apartamento es lo más Imperio Ruso que pude ver jamás. Por poco instauras un reinado y colonizas lugares.
El mayor soltó una risa y secó el rubio cabello.
―¿Qué haces aquí?―Imperio inquirió.
―Peleé con Rusia y me niego a quedarme solo con él.
―¿URSS salió?―encaró una ceja.
―Se fue cuando empezó a llover.
―Ya veo―terminó con el cabello y alcanzó una bata limpia para extendérsela―. Ve al baño a cambiarte o te vas a enfermar.