Ellos no son los mejores amigos.
Hay cierta tensión entre ambos.
Era más probable que se ataran si estaban solos en una habitación,
Pero cuando Imperio Ruso y Estados Unidos pasan una noche juntos, toda su fachada de enemigos se cae.
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EN EL AUTO
Estados Unidos estuvo evitando a Imperio Ruso el resto del mes. Se encargó de asegurarse de que jamás lo encontrara en casa y se la pasó mintiéndole a todo el que le preguntaba algo sobre el ruso. No quería enfrentarlo todavía, no se sentía listo. Sentía que le había dejado ver una parte muy vulnerable de él. ¿A quién le gustaría que lo vieran llorar?
USA estaba seguro de que si pasaba un momento a solas con el padre de URSS, le terminaría contando la razón de su llanto. A decir verdad, hacía tiempo que ya no le importaba lo sucedido, pero por alguna razón, que le dijera eso lo afectó.
"Voy a hacerte mío" Sacudió la cabeza. Los hermosos ojos grises de Imperio fueron reemplazados por esos horribles ojos cafés tan característicos de aquella otra nación.
Tal vez sólo fue el momento, la misma situación, porque de otra manera no podía explicar su reacción.
Acomodó con rapidez los papeles en su maletín y se apresuró a salir de la sala de reuniones tras despedirse de sus compañeros de continente. Desabrochó su corbata y un par de botones de la camisa, sintiendo repentinamente una oleada de calor. Odiaba la primavera.
Picó el botón del elevador para ir al primer piso y aprovechó el momento para acomodar su camisa y quitarse el saco. Acomodó la prenda sobre su antebrazo y salió directo al estacionamiento. Estaba en su territorio, por lo que podía darse la libertad de ir y venir a donde quisiera sin necesidad de un chófer. Tenía un conductor, pero casi nunca lo ocupaba dentro del país.
Avanzó y soltó una maldición al ver a Imperio Ruso recargado en el capo del auto, con los brazos cruzados sobre su pecho y una mirada perdida. Vestía un simple pantalón oscuro, algo casual y una camisa roja.
USA detuvo su andar y estuvo tentado a salir del otro lado del edificio y pedir un taxi. O tal vez podría esperar en la planta alta hasta que el eslavo se hartara y se fuera, pero el mundo hoy estaba en su contra y antes de que se pudiera dar la vuelta, Imperio Ruso lo llamó.
―¡América! ¡Espera!
Maldición.
Forzó una sonrisa y se obligó a no correr. Avanzó hasta el pelinegro y reprimió las ganas de gritar. Tampoco quería verse como un grosero que lo pasaba de largo. Se suponía que lo ignoraba... pero tampoco lo hacía directamente.
―Zarist... ¿qué tal todo?
El mayor lo barrió con la mirada, como si buscara algo.
―Creo que yo debería hacer el que haga esa pregunta, ¿qué demonios pasa contigo? ¿En serio me estás ignorando?
―Yo nunca te estuve ignorando―mintió descaradamente.
―¿No?―sacó su celular y abrió WhatsApp, enseñándole su chat con él―. Te envié más de cincuenta mensajes para ver si estabas bien, y me ignoraste.
―No tuve tiempo de ver el celular―cruzó los brazos.
―No mientas, seguías igual de activo que antes y sólo me ignorabas,
―Zarist, por favor.
―¿Por favor qué?― lo siguió cuando vio las intenciones del menor por entrar al auto. Lo sujetó con suavidad por el brazo―. América.
―He estado ocupado―insistió―. Lo último que quería era...-
―¿Verme?―sonó dolido.
―Zarist―suspiró―. Realmente no es sobre ti.
―No te creo.
USA hizo su cabello hacia atrás y abrió la puerta trasera del auto para meter su maletín junto su saco.
―¿Qué sucedió aquella vez?―se acercó y cerró la puerta, acomodando al menor sobre ella―. ¿Alguien te hizo daño?
―No―bajó la mirada e Imperio supo que le mentía.
Mordió su lengua al saber de un método con el que el estadounidense hablaría, sin embargo, no lo haría tener sexo en medio del estacionamiento.
Pese a eso, todavía tenía una idea.
Inclinó su rostro e hizo que sus labios se rozaran con los del rubio. El menor se asustó en primera instancia y luego se intentó acercar un poco más para terminar por unirlos, pero el de cabello más oscuro se apartó un poco con una sonrisa.
―¿Qué?―dijo el de ojos azules.
―Estoy enojado contigo ya que me has estado ignorando, tampoco tengo tan poca dignidad para rogarte un beso.
―¿En serio?―levantó una ceja―. Te importó muy poco intentar tener sexo a mitad del pasillo de una reunión con ONU, tampoco masturbarme en la oficina de... ¿OMS? y que yo lo hiciera contigo y... ONU nos descubriera―pareció pensarlo un poco más―. Y URSS nos descubrió también.
―Dije dignidad, dulzura, no vergüenza―sujetó uno de los dedos del rubio y lo mordió con delicadeza―. Y tampoco olvides a mis queridos amigos.
―Ellos no nos descubrieron. ―USA apartó su mano de la del mayor.
―No―se recargó contra su cuerpo―. Pero no debió ser difícil intuir que sucedió entre tú y yo si pasaste la noche en mi casa y vas a mi cocina vistiendo una sábana.
El cuerpo de USA se erizó ante su seductor tono de voz.
Imperio deslizó un dedo sobre la pierna del rubio hasta detenerse en su cadera y sostenerla con la mano completa.
USA alzó la cabeza para poder besarse por fin, pero el mayor lo volvió a evadir.
Imperio soltó una risa, acariciando la cintura del americano con su pulgar. Besó su frente y luego dio tres pasos hacia atrás.
―Me tengo que ir, Ame―dio media vuelta―. Si todavía quieres hablar, te espero en la habitación del hotel donde me estoy hospedando.
Dios. USA recargó su cabeza contra el auto y cerró un poco más las piernas. ¿Cómo era posible que sólo con unas cuantas palabras y unas caricias, Imperio lo tuviera a sus pies?
Era tan tonto.
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No he olvidado está historia y ya que salí de vacaciones por un mes, espero avanzarle un poco (ya que tengo un proyecto una vez acabe esta).