XXVI. CREDULA

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Caminaba a paso lento pero firme en dirección al punto de encuentro que le marcó la carta. El pequeño saco con los caramelos tintineaba en un bolsillo de su túnica y le recordaba lo que estaba a punto de hacer.

Solo había dos salidas a esa situación, una donde todos los problemas con el pelirrojo que le robaba aliento se resolvían, y otra donde se destapaban todos los contras que tenía su relación y cortaban lazos para siempre. Cualquiera que fuera el resultado a Hydra le aterraba descubrirlo; vivir un desamor amargo dolería pero al final la haría volver a su vida planeada, mientras que mantener una relación secreta podría costarle todo con lo que ha crecido y conocido.

Los chicos paseaban por el colegio murmurando acerca del resultado del cáliz de fuego. Toda regla había sido rota y para nadie pareció una coincidencia, por lo que las diferentes teorías conspiratorias recorrían el lugar con la velocidad de un dragón. Sin embargo, a la rubia poco le importaba el desenlace de los hechos. Si fuera por ella, Potter podría morir en la primer prueba y ella dormiría como un bebé.

No tardó mucho en escabullirse por un pasadizo que la llevaría hasta la sala común de los leones. George le había asegurado que sacaría a todos de ahí para darles unos minutos y así tomar a su hermano por sorpresa. Creerle era arriesgado desde un principio, pero cuando divisó su rostro esperándola al final del cruce sus defensas cayeron en picada.

Quizás él es tan bueno como su hermano.

En cuanto cruza la entrada él le ayuda a cerrar el pasaje y le hace una señal de no alzar la voz.

—Está por allá -señala a su derecha-, esperándome para ir con los demás al entrenamiento para los torneos en los jardines.

Sus cejas rubias se fruncieron.

—¿Hay entrenamiento en los jardines?

Fue la primera vez que alguien la observó con incredulidad e insultandola al mismo tiempo.

—¡Claro que no! Lo dije para que pudieran estar a solas.

Los labios rosados de la chica formaron una "O" y después asintió en entendimiento. Era obvio, pensó, pero los nervios no la dejaban pensar correctamente.

—Ve ahora, no tardarán en darse cuenta de que no trajeron criaturas mágicas para entrenar ahí afuera -la apresuró.

Lentamente movió la cabeza en afirmación, pero no sé movió ni un solo centímetro de su lugar. Miró a todos lados, tratando de juntar el valor para llegar al final de esta situación, pero no conseguía hacerlo. Por un momento se detuvo a observar al pelirrojo a su lado (quien parecía aún más ansioso que ella), imaginando que era a quien venía a buscar. Si podía enfrentar a su copia, podía enfrentarlo a él.

—No quiero presionarte ni nada por el estilo, pero... ¡¿Qué diablos estás esperando?!

Weasley quiso sonreírle para suavizar sus palabras, pero los nervios se escuchaban en cada letra pronunciada y la línea de sus labios se crispaba visiblemente. Ni siquiera estaba seguro de que fuera una buena decisión haberla ayudado a verse con su gemelo, no quería seguir posponiendo los resultados de esa conversación.

Hydra suspiró sonoramente y murmuró un «No lo sé... » antes de avanzar al lugar señalado minutos antes. Trató de que sus pasos fueran firmes y concretos hacia el lugar, pero pronto empezaron a dudar cuando escuchó murmullos al avanzar. Una voz era suave y otra le resultaba muy familiar. A dos pasos de poder ver el interior del cuarto reconoció por completo a los protagonistas de la charla, pro lo que realidad la alarmó fueron las pocas frases que logró escuchar con claridad.

—...y creo que tu podrias sentir lo mismo, Fred -hablaba quedamente.

La rubia contuvo la respiración en el pecho y espero una respuesta, pero está no sé hacia oír. Un ligero chasquido la hizo presipitarse hasta que tuviera toda la visibilidad de la escena frente a ella. Rápidamente se arrepintió de esa decisión.

Hydra Malfoy (Fred Weasley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora